Mt 15, 21-28
Este pasaje del Evangelio es uno de los que más polémica causa y asusta a muchos comentaristas, hay quienes llegan a decir que esta mujer evangeliza y enseña a Jesús; hay quienes por el contrario quienes afirman que las negativas y las palabras de Jesús tan contundentes y hasta despectivas, solo tienen la finalidad de mostrar la fe de la mujer cananea.
Para san Mateo, el evangelista de la universalidad, el que nos remarca que la Buena Nueva es para todos, la fe de esta mujer cananea, debe quedar muy clara. El amor de Dios no es para unos cuantos. Las palabras duras con las que los judíos llamaban a los paganos “perros”, puestas en las manos de Jesús suenan todavía más terribles, pero la alabanza a la mujer a su fe y confianza en Dios, resaltan mucho más.
El rechazo que percibe Jesús de sus conciudadanos a quienes estaba, en un primer momento, dirigida la salvación, se transforma en ocasión de salvación para los paganos.
Las palabras tiernas que encontramos en la primera lectura del profeta Jeremías y dirigidas en especial al pueblo de Israel: “yo te amo con un amor eterno”, ahora se abren a un largo horizonte a todos aquellos que sean capaces de poner su fe en Cristo Jesús.
Así de este pasaje brotan espontaneas las lecciones que debe tener todo discípulo de Jesús. De esta mujer quedamos admirado de una fe contra toda prueba y que vence los obstáculos que parecen venir del mismo Jesús.
De Jesús aprendemos que todo discípulo tiene que tener la mirada mucho más abierta y aceptar la bondad y la fe y la lucha por la justicia venga de quien viniere. Si todo esto lo fundamentamos en la frase de Jeremías tendremos la seguridad de ese amor que es fiel, que no se doblega ante nada, que siempre está a nuestra disposición.
Hoy, guardemos este ejemplo en nuestro corazón y vayamos repitiendo en nuestra mente las palabras de Jeremías “yo te amo con amor eterno”