Miércoles de la III semana de Pascua, 8 de Mayo de 2019

Hech 8, 1-8 

De nuevo vemos cómo dos situaciones que nos parecerían «adversas» como es el caso de una persecución, son precisamente éstas las que hacen posible que la salvación se extienda al resto de la comunidad.

Dios escribe derecho con renglones torcidos, dice un antiguo refrán que decían las personas mayores cuando las cosas no parecían ir según los criterios humanos, pero que al final resultaba una cosa positiva.

La primera lectura de este día nos ofrece un ejemplo muy claro: Una persecución a nadie se le desea y siempre es temida como una grande calamidad, sin embargo, la persecución que sufrieron los primeros cristianos al obligarlos a dispersarse, trajo el beneficio de que el Evangelio se fue difundiendo por todos los lugares a donde ellos huían. Cristianos que no se habían propuesto misionar pero que con su vida llevaban buena nueva y obraban los prodigios y señales del Evangelio.

A nosotros nos cuesta mucho entender los caminos de Dios y con frecuencia protestamos cuando las cosas no salen de acuerdo a nuestros planes y proyectos. Pero Dios nos tiene algo mejor, si de verdad nos ponemos en sus manos y en nuestro corazón está plantado el deseo de vivir conforme a su voluntad.

Que hay dificultades y rechazos, que las personas no actúan de acuerdo a lo que a mí me gustaría, es verdad, pero siempre trato de hacerme esta pregunta: ¿cómo quiere Dios que actúe yo frente a estas dificultades y aparentes fracasos? Y encuentro como una especie de consolación al tener la certeza de que Dios me tiene reservado algo mejor, y aunque de momento no tenga las luces para descubrir por donde van sus planes, me siento seguro, muy seguro en sus manos, claro si estoy haciendo todo lo posible por vivir conforme a su amor.

Otra cosa muy diferente es cuando yo me dejo llevar por mis caprichos o por mis placeres y por mis egoísmos.

Las palabras de Jesús después de haber afirmado que Él es el pan de vida vienen a confirmarnos en esta seguridad: La voluntad del Padre es que todos tengan vida. Estos son los proyectos de nuestro Padre Dios y para eso nos ofrece a Jesús hecho Palabra y he hecho Pan.

No me puedo imaginar a un Dios que sea venganza, que sea destrucción, todo lo contrario, siempre experimento a Dios como el Dios de la vida plena, de la vida total para todos los hombres.

Nos ponemos gustosamente, confiadamente, en manos de nuestro Padre Dios y asumimos que estamos bajo su providencia, aunque de momento aparezcan situaciones de oscuridad y de duda. Estamos en las manos de Dios.

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