Filemón 7-20
Hoy escuchamos la parte central de la carta a Filemón.
Pablo se dirige a un cristiano a quien él convirtió, a un hombre rico de Colosas. Pablo aboga en favor de un esclavo de este hombre: Onésimo. Onésimo significa «útil», por eso Pablo hace un juego de palabras: «el que en otro tiempo te fue inútil -se había escapado- pero ahora es muy útil para ti y para mí». Onésimo había buscado refugio junto a Pablo y allí se convirtió a la fe cristiana.
Oímos la forma tan delicada e ingeniosa como Pablo le pide no castigue al prófugo sino que, al contrario, lo reciba como a un hermano.
Pablo dice algo que en su ambiente sonaría como una cosa super-enorme: le pide que lo reciba como a un hermano, pues: «Cuánto más habrá de serlo para ti, no sólo por su calidad de hombre, sino de hermano en Cristo».
Lc 17, 20-25
La pregunta que los fariseos hacen a Jesús: «¿Cuándo llegará el Reino de Dios?», expresa el ansia esperanzadora de Israel; los apóstoles mismos la hacen: «¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino?»
Esta fórmula expresaba todos los anhelos del pueblo, pero la mayoría esperaba un reino material, de fuerza, de poder, de ejércitos, de revancha de las humillaciones de Israel, de predominio sobre los otros pueblos.
Jesús los decepciona sin duda, al presentarles otras perspectivas: «El Reino de Dios no llega aparatosamente». No está localizado, el Reino de Dios es ante todo interior: «Ya está entre ustedes».
Jesús presenta en perspectiva el día del cumplimiento del Reino, pero antes hay que trabajar por él, sufrir rechazo y persecuciones. Habrá muchos que intentarán aparecer como el Mesías que viene; no traerán sino decepción y destrucción. En nuestros días los hemos visto.
¿Oramos con fe comprometida: «Venga a nosotros tu Reino»?
¿Vamos tratando de que ese Reino sea real en nuestro corazón, en nuestra familia, en toda nuestra comunidad?