Mt 13, 54-58
El evangelio de este día nos cuenta el regreso de Jesús a su tierra. Uno esperaría que el recibimiento fuera extraordinario y que sus paisanos lo aclamaran y aceptaran con júbilo sus palabras, pues Jesús era miembro de una pequeña comunidad a la que le ha dado brillo y renombre. Sin embargo sucede todo lo contrario.
Al escoger Jesús anunciar su evangelio desde la pequeñez y desde lo humilde, sus mismos paisanos son incapaces de reconocerlo. Le sucede lo mismo que a todos los profetas, por no predicar lo que el pueblo espera se gana su hostilidad.
Ellos esperarían un mesías victorioso y poderoso, en cambio la persona de Jesús es igual en todo a cualquier hijo de vecino. Lo conocen desde pequeño, recordarán episodios de su infancia y habla como ellos.
Es cierto, ahora predica un evangelio con una autoridad que no le conocían, pero la cercanía que ha tenido con Él, los hace dudar. Un gran misterio la libertad. Ante los mismos prodigio hay quienes reaccionan con gran fe y entusiasmo y hay quienes ponen todas las objeciones y se niegan ha aceptarlo.
Se negaban a creer en Él, es la triste realidad que comprueba Jesús. Se necesita tener el corazón dispuesto para acoger a Jesús a través de los acontecimientos más pequeños. Se necesita tomar las aptitudes de los niños que se maravillan ante los prodigios. Se necesita tener la sabiduría de los simples y humildes para captar la grandiosidad del misterio. Sus paisanos no están dispuestos a hacerlo y buscan excusas que los liberen de la responsabilidad.
Hoy, también nosotros podemos caer en esas mismas artimañas para excusarnos de nuestro compromiso. Hoy, también podemos decir que el Evangelio es proclamado por personas ignorantes. Hoy, también podemos decir que no vemos los milagros. Hoy, también podemos cerrar el corazón.
Jesús no hizo muchos milagros allí por la incredulidad de ellos contra el Evangelio.
El primer paso para recibir a Jesús es tener el corazón dispuesto. En este día, seguramente tendremos oportunidades para encontrarnos con el Señor, no las desperdiciemos por parecernos muy familiares.
Hoy el Señor nos hablará, no hagamos oídos sordos por provenir el mensaje de personas o situaciones sencillas.
¿Estamos dispuesto a recibir a ese Jesús cercano, sencillo y muy nuestro? Quizás en el rostro de una persona simple y sencilla se presente hoy Jesús.