Mt 18, 21—19; 1
Pedro vive a fondo la vida humana, y le hace a Jesús una pregunta que brota de la convivencia humana, y que nos atañe a todos los hombres de todas las épocas: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?”. ¿Quién no se ha encontrado con un hermano que le ha ofendido? Y Jesús, al que llamamos nuestro Maestro y que se explica de maravilla, le da una respuesta que deja las cosas muy claras. Le responde con la parábola de los dos deudores. La de un deudor al que su rey le perdona una cantidad muy alta, y ese mismo deudor no es capaz de perdonar una deuda muy pequeña a uno de sus compañeros. La parábola nos muestra la consternación de los compañeros de este no perdonador y la reacción de su señor: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?
La enseñanza e Jesús es bien clara, debemos perdonar porque somos perdonados por nuestro Padre Dios, nuestro gran perdonador… A esta fuerte razón podemos añadir otra: porque no perdonar es acumular rencor en el corazón, dejar que el odio crezca en nuestro interior… algo que nos hace daño y somos nosotros los primeros perjudicados.
Cuando nos cueste perdonar al que nos ha ofendido, miremos a nuestro Dios, el lleno de misericordia, el que nos perdona siempre nuestras faltas y pecados. Y sigamos su ejemplo.