Miércoles de Ceniza

Empezamos hoy el tiempo de Cuaresma.   Cuarenta días de camino hacia la Pascua de Cristo, nuestra Pascua.  Este tiempo debe ser para todos los cristianos un tiempo de gracia, un tiempo de conversión.

En la primera lectura escuchábamos las palabras del profeta Joel, que hablaba al pueblo en los momentos en que el pueblo padecía una plaga de saltamontes que estaba acabando con las cosechas. 

El profeta no sólo veía la plaga como un castigo por el pecado, sino también como una advertencia de que Dios vendría algún día a pronunciar su juicio.  El profeta invitaba al pueblo al arrepentimiento.

Siglos más tarde, san Pablo escribía a los cristianos de Corinto y proclamaba el mismo mensaje sobre la necesidad del arrepentimiento.  Pero en el mensaje de san Pablo se advertía una nota de urgencia: “En el tiempo favorable te escuché,
en el día de la salvación te ayudé. Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”.

En el Evangelio de san Mateo, Jesús nos ofrece tres herramientas para vivir esta Cuaresma: oración, ayuno y limosna.

La oración ha de ocupar un lugar importante en el tiempo de Cuaresma.  Una oración permanente y fiel en el momento del día que hayamos decidido elegir.  Una oración que refuerce nuestra unión con Jesús.  Una oración que sea un diálogo amoroso con el Señor.  Una oración que exprese cuánto amamos a Dios y sintamos su amor por nosotros. 

¿Cómo y cuándo rezaremos a Dios estos 40 días?

Ayuno.  En un mundo, como el nuestro, enloquecido por el consumo, la diversión, el pasarlo bien, se nos va endureciendo el corazón y no nos damos cuenta de la pobreza creciente y de tanto sufrimiento como existe en nuestro mundo.  Por eso, necesitamos ayunar.  No porque nos guste el ayuno por el ayuno, sino porque el ayuno nos hace capaces de abrir los ojos y nos hace más libres para seguir a Jesús.  Hay que ayunar no sólo de comida, sino de todo aquello que nos impide amar a Dios y al prójimo.

¿Qué ayuno hará cada uno durante esta Cuaresma para ampliar su capacidad de amar?

La limosna, ha de ser también signo de nuestra sincera conversión cuaresmal. Dar y compartir nuestro dinero, las cosas, el tiempo, nuestras capacidades y cualidades, nuestra persona entera. Tener demasiado hace daño. Nos hace incapaces de andar ligero, nos esclaviza, nos distancia de los demás, nos oprime el corazón.

¿Qué daré a los demás en esta Cuaresma? ¿Más tiempo a mi familia, mayor delicadeza a mi trato con los demás? ¿Vaciar algo mi bolsillo para llenar el de aquellos que lo tienen vacío? ¿Qué haré para ser más solidario con el mundo pobre y marginado? Aquello que ahorre con mi ayuno y privaciones cuaresmales, ¿por qué no lo entrego a los pobres y necesitados?

En un momento más se nos impondrá la ceniza.  El gesto penitencial de la imposición de la ceniza ha de ser expresión ante Dios y la comunidad aquí reunida de nuestro firme compromiso de ser fieles al Señor. Han de ser, también, reconocimiento de nuestra debilidad, de nuestra condición pecadora, de nuestras ganas de renovar la vida y la necesidad que todos tenemos de estar en comunión con Jesús.

La imposición de la ceniza quiere recordarnos la brevedad de la vida, nuestra propia fragilidad e inconsistencia.

La Iglesia nos invita este miércoles de Ceniza al arrepentimiento.  La invitación es para todos,  sin excepción, porque la ceniza nos recuerda nuestra debilidad humana.  Todo es ceniza, nada tiene valor, cuando no lo situamos en una adecuada jerarquía frente a Dios.

Miércoles de Ceniza

Mt 6, 1-6.16-18

Con el rito litúrgico de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, en señal de penitencia, empezamos este tiempo de Cuaresma.  La Cuaresma es un camino que nos recuerda los 40 días que estuvo el Señor en el desierto.

Miércoles de ceniza encierra un profundo significado.

Con frecuencia lo hemos tomado solamente como el recuerdo de que somos mortales y que algún día nuestra vida terminará y deberemos entregar cuentas, pero hay mucho más: es recordar nuestro origen y nuestro destino: el polvo… ¿solamente polvo? No, es un polvo con un soplo divino y con un destino divino, pero polvo. Polvo que depende en todos sentidos de Dios.

El gran error del hombre es llenarse de orgullo y vanidad, olvidarse de que depende de Dios y querer ser como Dios: poner sus leyes, ocupar su lugar, buscar su felicidad lejos de Dios, y el hombre sin Dios queda vacío. Ése es el gran pecado y el peor error del hombre.

Por eso la invitación de este día es “volverse a Dios”, “convertirse”, es decir, mirar el rumbo hacia donde nos estamos dirigiendo y corregir la dirección.

Y es una gran verdad que cuando el hombre se dirige a Dios se encuentra a sí mismo. Por eso la ceniza no es sólo un signo externo ni un rito mágico, sino encierra este bello gesto de retornar al amor de Dios.

Su manifestación más clara, según nos dicen los profetas, será que teniendo el amor de Dios en nosotros también nosotros amemos a nuestros hermanos.

Hoy debemos clamar misericordia porque realmente hemos pecado y nos hemos desviado. Hemos errado el camino y en lugar de poner a Dios en nuestro corazón, hemos puesto nuestras pasiones, nuestra ambición y nuestro egoísmo. Y entonces nos hemos quedado convertidos sólo en polvo.

Miércoles de Ceniza, día de conversión y retornar al corazón de Dios. Día de ayuno y oración, día de silencio y respeto, día para vivir el amor de Dios.

El Papa Francisco decía: “Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo: “Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor 8, 9)” Así, iniciemos nuestro camino de conversión recordando a Cristo que se hace don para nosotros y nos enriquece.

Además hoy vamos a hacer un gesto que marca el comienzo de nuestra andadura cuaresmal: vamos a dejar que impongan sobre nuestras cabezas un poco de ceniza. Lo haremos con sencillez, con humildad, pero también con alegría. La ceniza quiere ser la señal externa y comunitaria de nuestro pecado, de nuestra fragilidad humana; pero también quiere expresar nuestro deseo de conversión, nuestra confianza en el Dios de la misericordia, que todo lo puede.

Que este gesto sea como un estímulo para recorrer con alegría el camino que hoy comenzamos de conversión y de escucha a la Palabra de Dios y también a las necesidades de los hermanos.

Dejemos que el gozo y la alegría inunden nuestros corazones, porque si grande es nuestro pecado, mayor es el amor y el perdón de nuestro Padre-Dios que nos dice una vez más: “¡Animo! Hoy, puedes empezar de nuevo”.

Miércoles de Ceniza

Con la celebración de hoy, iniciamos el tiempo de Cuaresma. Para un cristiano, es un tiempo que merece la pena comenzar con ánimo, con optimismo, con fuerza.

Las Lecturas de este día nos llaman a la conversión, al arrepentimiento y a la humildad… cosas que hay que tener en cuenta en este tiempo especial que llamamos Cuaresma, durante el cual debemos prepararnos para la conmemoración de la Pasión y Muerte del Señor y la celebración de su Resurrección el Domingo de Pascua.

Conversión, arrepentimiento y humildad van entrelazadas entre sí para darnos un verdadero espíritu cuaresmal. Por eso comenzamos hoy la Cuaresma en penitencia: hoy es día de ayuno y abstinencia. Hoy es día de la Imposición de la Ceniza, rito por el que -en humildad- reconocemos lo que somos: nada ante Dios y lo que debemos hacer: arrepentirnos y regresar a Dios o acercarnos más a Él.

La Ceniza no es un rito mágico, ni de protección especial -como muchos piensan-. La ceniza simboliza a la vez el pecado y la fragilidad del hombre.

Las palabras de una de las fórmulas de imposición de la ceniza nos recuerdan lo que somos: “Polvo eres y al polvo volverás”. Es decir, nada somos ante Dios.

Somos tan poca cosa como ese poquito de ceniza, ese polvito, que se vuela con un soplido de aire, o que desaparece con tan sólo tocarlo. Eso somos ante Dios: muy poca cosa.

Y los hombres y mujeres de hoy necesitamos ¡tanto! darnos cuenta de nuestra realidad. Nos creemos tan grandes y somos ¡tan pequeños! Nos creemos capaces de cualquier cosa y somos ¡tan insuficientes! Nos creemos capaces de valernos sin Dios o a espaldas de Él  y somos ¡tan dependientes de Él!

El fruto más importante del Miércoles de Ceniza es la conversión.  La Imposición de la Ceniza tiene como meta llevarnos a la conversión.

Y ¿qué es convertirse? Nos lo explica el Profeta Joel: convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos… convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor”. Convertirse es volverse a Dios: regresar a Dios o acercarse más a Él.  Y la conversión debe ser verdadera, no aparente. Por eso nos dice Joel: rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos”. Es decir: el cambio debe ser interior, en el corazón.

Conversión, arrepentimiento y humildad, son el verdadero espíritu de la Cuaresma ¿Cómo llegar a este espíritu cuaresmal? Jesucristo nos indica en el Evangelio los medios: oración, ayuno y  limosna.  Las tres constituyen un buen programa de vida para esta Cuaresma.

Cada uno de nosotros, deberíamos salir de esta Eucaristía, con alguna aplicación concreta de este ejercicio cuaresmal. ¿Cómo y cuándo haré un rato de oración en estos 40 días? ¿De qué cosas me privaré este año? ¿Qué gesto de amor tendré con los más necesitados?

Nuestra oración, nuestro ayuno, nuestra limosna, han de ser expresión del cambio sincero que queremos dar a nuestra vida, pero, hemos de pedir que Dios lo realice; deben de ser, también, expresión de nuestro agradecimiento al amor que Dios nos tiene, por todas las maravillas que Él realiza en nosotros.

La oración, la penitencia y las obras de caridad son los medios para regresar a Dios y para acercarnos más a Él. De eso se trata la Imposición de la Ceniza, de eso se trata la Cuaresma que hoy iniciamos.

Miércoles de Ceniza

Con el rito litúrgico de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, en señal de penitencia, empezamos este tiempo de Cuaresma.  La Cuaresma es un camino que nos recuerda los 40 días que estuvo el Señor en el desierto.

Las tres lecturas que hemos proclamado hoy, nos hablan del programa de conversión que Dios quiere de nosotros en esta Cuaresma: convertíos y creed en el Evangelio; convertíos a mí de todo corazón, nos dice el Señor; misericordia, Señor, porque hemos pecado; dejaos reconciliar con Dios; Dios es compasivo y misericordioso.

Cada uno de nosotros necesita oír esta llamada que el Señor nos hace a la conversión, porque todos somos débiles y pecadores, y porque sin darnos cuenta vamos dejándonos vencer por la flojera, por el pecado y por los criterios de este mundo y nos vamos apartando poco a poco del camino de Dios.  La Cuaresma es todo un programa, un camino para que revisemos y renovemos nuestra manera de ser cristianos, para que lo seamos más auténticamente.

Hemos de saber aprovechar este tiempo especial para purificarnos, para dejar atrás lo que nos aparta de Dios y sobre todo para que dejemos el orgullo de creernos muy importantes y darnos cuenta que no somos nada.  “Acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te has de convertir”, por ello aprovechemos este tiempo para “convertirnos y creer en el Evangelio”.

La Cuaresma “es tiempo de Gracia”, para convertirnos, y la conversión es dejar el pecado, es cambiar de vida.  Sin este cambio de vida, no hay una verdadera conversión, no hay un verdadero arrepentimiento.  El Señor quiere que nuestra penitencia y reconciliación con Él sea auténtica y no sólo el rito de ponernos la ceniza por eso nos dice hoy el Señor: “Convertíos a mí de todo corazón.  Rasgad los corazones y convertíos al Señor, Dios nuestro, que es compasivo y misericordioso”.

Tres cosas nos pide Dios para esta Cuaresma, para que manifestemos nuestra verdadera conversión: Oración, limosna y ayuno.

Oración: Un árbol para crecer bien necesita echar buenas raíces.  Si sólo nos preocupamos por el conocimiento intelectual y por hacer muchas cosas, corremos el riesgo de llevar una vida superficial, sin dar ningún fruto.  Necesitamos darnos nuestro tiempo para la oración, para estar a solas con Dios.  Necesitamos participar más activa y frecuentemente en la Eucaristía; confesarnos, hacer oración personal y familiar.

Limosna, que es ante todo caridad, comprensión, amabilidad, perdón y por supuesto dar limosna a los necesitados.

Ayuno, que es renunciar a tantas cosas superfluas.  Ayunar también de alimentos para que nos demos cuenta lo que sienten 40 millones de personas que padecen hambre.  Para que entendamos mejor a los 1, 200 millones de seres humanos que sobreviven con menos de 1€ diarios.

Dentro de unos momentos haremos la bendición y la imposición de la ceniza.  La ceniza no es un talismán, no es un fetiche; la ceniza es ceniza y, como tal, es signo de muerte y tristeza.  Con este rito de la ceniza se nos invita al luto, a rasgar el corazón, a sentir dolor de corazón por nuestros pecados.  A que sintamos el sincero dolor de corazón de haber ofendido a Dios.

Si nuestro ayuno, nuestra oración y nuestra limosna no nacen de ese dolor no serán completamente auténticos y sinceros. 

Aprovechemos, pues, estas semanas para que la gracia de Dios se haga presente en nuestra vida, para que iniciemos un verdadero cambio de vida, confiando en la bondad y misericordia de Dios.

Miércoles de Ceniza

La cuaresma, que hoy empieza, es un tiempo de preparación para la conmemoración anual del Misterio Pascual, la Pascua de Cristo, en la que celebramos su victoria sobre el pecado y la muerte.

El profeta Joel, de quien hemos proclamado hoy la 1ª lectura nos recomienda: convertíos al Señor”.  San Pablo nos hablaba en la 2ª lectura de “reconciliación”, es decir, de reunión.  Al separarnos de Dios y de nuestros hermanos por el pecado esta unión se debilita.  Pero es necesario restaurar la unión, mejorar, cambiar, reconsiderar nuestro punto de vista, emprender un camino nuevo.

El evangelio de san Mateo nos hablaba de tres cosas importantes para vivir la Cuaresma: limosna, oración y ayuno.

La limosna hay que entenderla no sólo como la monedita que se da de vez en cuando a una persona que la solicita, sino dar también de nuestro tiempo, darnos cuenta que nuestra vida no se halla aislada sino rodeada de otras vidas, de otras personas. Convivo con mi familia, con mis amigos y amigas, con mis compañeros y compañeras de trabajo, de grupo, con mis vecinos y vecinas.

A veces, paso muy cerca de esa gente pero quizá no me encuentro con sus personas. Son acaso números pero no rostros concretos con sus nombres, con sus problemas, sentimientos y circunstancias. Mi vida se puede inclinar más hacia el egoísmo o hacia el servicio. Podemos preguntarnos si emplearnos nuestro tiempo, nuestras cualidades, nuestros bienes a favor de los otros. ¿Qué significan los demás en mi vida? ¿Comparto realmente mi vida con los demás?

La oración se refiere a nuestro trato con Dios, a ser conscientes de su amor de Padre, de su presencia en nosotros. Dios no es una palabra sin más. Tomarse en serio a Dios es reorganizar nuestra vida del todo. Dios llega a la raíz, casi hasta los huesos. Si fuésemos honestos con Dios de verdad, nuestra vida habría de cambiar radicalmente.

Nuestra oración, nuestro contacto con Él trata de caer en la cuenta de mi relación con Él y las consecuencias que se derivan de ello para mi vida. Podemos plantearnos con sinceridad qué tiempo dedicamos a encontrarnos con Dios y hasta qué punto tomamos en serio a Él y su mensaje.

La tercera práctica de la cuaresma es el ayuno.  El ayuno y la abstinencia como signo de austeridad.  Hemos de tener algún control en la comida y abstenernos de carne los viernes de cuaresma.  El ayuno y la abstinencia que Dios quiere es que no seamos esclavos del consumismo, ni de nada: que seamos solidarios y generosos; que prefiramos pasar nosotros necesidad antes que la pase el hermano.

El miércoles de ceniza con frecuencia lo hemos tomado solamente como el recuerdo de que somos mortales y que algún día nuestra vida terminara y deberemos entregar cuentas a Dios, poro hay mucho más: es recordar que somos polvo.  No un polvo cualquiera, somos polvo con un soplo divino y con un destino divino, pero polvo.

El gran error del hombre es llenarse de orgullo y vanidad, olvidarse de que depende de Dios y querer ser como Dios: poner sus leyes, ocupar su lugar, buscar su felicidad lejos de Dios, y el hombre sin Dios queda vacío.  Ése es el gran pecado y el peor error del hombre. Por eso la invitación de este día es “volverse a Dios”, “convertirse”, es decir, mirar el rumbo hacia donde nos estamos dirigiendo y corregir la dirección.

Por eso la ceniza no es sólo un signo externo ni un rito mágico, sino encierra este gesto de volver al amor de Dios.

Hoy debemos clamar misericordia porque realmente hemos pecado y nos hemos desviado. Hemos errado el camino y en lugar de poner a Dios en nuestro corazón, hemos puesto nuestras pasiones, nuestra ambición y nuestro egoísmo. Y entonces nos hemos quedado convertidos sólo en polvo.

Miércoles de Ceniza, día de conversión y volver al corazón de Dios. Día de ayuno y oración, día de silencio y respeto, día para vivir el amor de Dios.