Con la celebración de hoy, iniciamos el tiempo de Cuaresma. Para un cristiano, es un tiempo que merece la pena comenzar con ánimo, con optimismo, con fuerza.
Las Lecturas de este día nos llaman a la conversión, al arrepentimiento y a la humildad… cosas que hay que tener en cuenta en este tiempo especial que llamamos Cuaresma, durante el cual debemos prepararnos para la conmemoración de la Pasión y Muerte del Señor y la celebración de su Resurrección el Domingo de Pascua.
Conversión, arrepentimiento y humildad van entrelazadas entre sí para darnos un verdadero espíritu cuaresmal. Por eso comenzamos hoy la Cuaresma en penitencia: hoy es día de ayuno y abstinencia. Hoy es día de la Imposición de la Ceniza, rito por el que -en humildad- reconocemos lo que somos: nada ante Dios y lo que debemos hacer: arrepentirnos y regresar a Dios o acercarnos más a Él.
La Ceniza no es un rito mágico, ni de protección especial -como muchos piensan-. La ceniza simboliza a la vez el pecado y la fragilidad del hombre.
Las palabras de una de las fórmulas de imposición de la ceniza nos recuerdan lo que somos: “Polvo eres y al polvo volverás”. Es decir, nada somos ante Dios.
Somos tan poca cosa como ese poquito de ceniza, ese polvito, que se vuela con un soplido de aire, o que desaparece con tan sólo tocarlo. Eso somos ante Dios: muy poca cosa.
Y los hombres y mujeres de hoy necesitamos ¡tanto! darnos cuenta de nuestra realidad. Nos creemos tan grandes y somos ¡tan pequeños! Nos creemos capaces de cualquier cosa y somos ¡tan insuficientes! Nos creemos capaces de valernos sin Dios o a espaldas de Él y somos ¡tan dependientes de Él!
El fruto más importante del Miércoles de Ceniza es la conversión. La Imposición de la Ceniza tiene como meta llevarnos a la conversión.
Y ¿qué es convertirse? Nos lo explica el Profeta Joel: “convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos… convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor”. Convertirse es volverse a Dios: regresar a Dios o acercarse más a Él. Y la conversión debe ser verdadera, no aparente. Por eso nos dice Joel: “rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos”. Es decir: el cambio debe ser interior, en el corazón.
Conversión, arrepentimiento y humildad, son el verdadero espíritu de la Cuaresma ¿Cómo llegar a este espíritu cuaresmal? Jesucristo nos indica en el Evangelio los medios: oración, ayuno y limosna. Las tres constituyen un buen programa de vida para esta Cuaresma.
Cada uno de nosotros, deberíamos salir de esta Eucaristía, con alguna aplicación concreta de este ejercicio cuaresmal. ¿Cómo y cuándo haré un rato de oración en estos 40 días? ¿De qué cosas me privaré este año? ¿Qué gesto de amor tendré con los más necesitados?
Nuestra oración, nuestro ayuno, nuestra limosna, han de ser expresión del cambio sincero que queremos dar a nuestra vida, pero, hemos de pedir que Dios lo realice; deben de ser, también, expresión de nuestro agradecimiento al amor que Dios nos tiene, por todas las maravillas que Él realiza en nosotros.
La oración, la penitencia y las obras de caridad son los medios para regresar a Dios y para acercarnos más a Él. De eso se trata la Imposición de la Ceniza, de eso se trata la Cuaresma que hoy iniciamos.