Miércoles de Ceniza

Mt 6, 1-6.16-18

Con el rito litúrgico de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, en señal de penitencia, empezamos este tiempo de Cuaresma.  La Cuaresma es un camino que nos recuerda los 40 días que estuvo el Señor en el desierto.

Miércoles de ceniza encierra un profundo significado.

Con frecuencia lo hemos tomado solamente como el recuerdo de que somos mortales y que algún día nuestra vida terminará y deberemos entregar cuentas, pero hay mucho más: es recordar nuestro origen y nuestro destino: el polvo… ¿solamente polvo? No, es un polvo con un soplo divino y con un destino divino, pero polvo. Polvo que depende en todos sentidos de Dios.

El gran error del hombre es llenarse de orgullo y vanidad, olvidarse de que depende de Dios y querer ser como Dios: poner sus leyes, ocupar su lugar, buscar su felicidad lejos de Dios, y el hombre sin Dios queda vacío. Ése es el gran pecado y el peor error del hombre.

Por eso la invitación de este día es “volverse a Dios”, “convertirse”, es decir, mirar el rumbo hacia donde nos estamos dirigiendo y corregir la dirección.

Y es una gran verdad que cuando el hombre se dirige a Dios se encuentra a sí mismo. Por eso la ceniza no es sólo un signo externo ni un rito mágico, sino encierra este bello gesto de retornar al amor de Dios.

Su manifestación más clara, según nos dicen los profetas, será que teniendo el amor de Dios en nosotros también nosotros amemos a nuestros hermanos.

Hoy debemos clamar misericordia porque realmente hemos pecado y nos hemos desviado. Hemos errado el camino y en lugar de poner a Dios en nuestro corazón, hemos puesto nuestras pasiones, nuestra ambición y nuestro egoísmo. Y entonces nos hemos quedado convertidos sólo en polvo.

Miércoles de Ceniza, día de conversión y retornar al corazón de Dios. Día de ayuno y oración, día de silencio y respeto, día para vivir el amor de Dios.

El Papa Francisco decía: “Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo: “Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor 8, 9)” Así, iniciemos nuestro camino de conversión recordando a Cristo que se hace don para nosotros y nos enriquece.

Además hoy vamos a hacer un gesto que marca el comienzo de nuestra andadura cuaresmal: vamos a dejar que impongan sobre nuestras cabezas un poco de ceniza. Lo haremos con sencillez, con humildad, pero también con alegría. La ceniza quiere ser la señal externa y comunitaria de nuestro pecado, de nuestra fragilidad humana; pero también quiere expresar nuestro deseo de conversión, nuestra confianza en el Dios de la misericordia, que todo lo puede.

Que este gesto sea como un estímulo para recorrer con alegría el camino que hoy comenzamos de conversión y de escucha a la Palabra de Dios y también a las necesidades de los hermanos.

Dejemos que el gozo y la alegría inunden nuestros corazones, porque si grande es nuestro pecado, mayor es el amor y el perdón de nuestro Padre-Dios que nos dice una vez más: “¡Animo! Hoy, puedes empezar de nuevo”.