
Hech 11, 1-18
De nuevo aparece en escena el binomio: oración – Voluntad de Dios. Fue precisamente estando en oración como Pedro y el hombre que fue bautizado por éste, fueron advertidos estando en oración.
Y es que la oración es el medio ordinario por el cual Dios va comunicando su voluntad a sus hijos, de manera que una persona que ora todos los días, y que busca con todo su corazón al Señor sin lugar a dudas que aun en la más oscura de las noches, encontrará el camino seguro; en medio de la crisis caminos de solución; en la pena y el dolor la consolación y sobre todo, en todo momento irá descubriendo la voluntad de Dios para cada uno de sus proyectos e iniciativas.
La oración es el «medio» en el cual el Espíritu se manifiesta, concediendo a sus fieles abundantes dones, carismas y consolaciones. De manera que no orar puede ser considerado como un verdadero suicidio espiritual.
Un santo sacerdote decía: «Nunca dejes lo importante por hacer lo urgente… recuerda siempre que lo más importante de tu día es tu oración».
Jn 10, 1-10
Jesús es el Buen Pastor, que conoce a cada una de sus ovejas por el nombre y está dispuesto a dejar las noventa y nueve, para buscar a la descarriada. Él es un hombre para los demás. Amar es tan inevitable y irremediable para Él como quemar para una llama. Él es también la puerta de las ovejas.
Pero para entrar por esta puerta hay que dejar primero que Cristo abra nuestra puerta y entre en nuestro interior, pues sólo sus ovejas, es decir las que lo conocen, escuchan su voz, son capaces de reconocer al pastor y encontrar resguardo y sosiego ante los abusos y peligros del mundo.
No tenemos que tener miedo de abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo, como Él nos abre las puertas del paraíso. Ni de abrir las puertas de nuestro corazón a los hombres, para que sepan encontrar también en nosotros el amor, que caracteriza los discípulos de Jesús.
Abriendo nuestro corazón a Dios y a todos los hombres, es como pertenecemos al rebaño de Cristo y cómo podemos entrar por la puerta que nos da la vida en abundancia. El amor es la llave maestra, que abre la Puerta, que abre de par en par el Corazón de Jesús.
Preguntémonos hoy, ¿realmente conozco a Jesús? ¿Qué es en realidad lo que conozco de Él? ¿Abro la puerta de mi corazón para que Él entre?