Martes de la XXV semana del tiempo ordinario

Lc 8, 19-21 

Este pasaje, en algunas ocasiones se ha utilizado para desacreditar la figura de María Santísima, haciendo aparecer la respuesta de Jesús como un rechazo a su Santísima Madre. Nada más lejos de la realidad. Para Lucas, María es el modelo perfecto del discípulo.

Jesús aprovecha la llegada de su madre para hacer toda una catequesis sobre lo que para Él es verdaderamente importante: hacer la voluntad de Dios. Ciertamente María es grande a los ojos de Dios por ser la madre de Jesús, su Hijo único, pero es aún más grande porque ella: «escucha la palabra de Dios y la pone en práctica».

Estas son las dos condiciones para seguir a Jesús: escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Esta es la vida cristiana.

Tal vez nosotros la hayamos hecho un poco difícil, con tantas explicaciones que nadie entiende, pero la vida cristiana es así: escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica.

He aquí porqué Jesús contesta a quien le refería que sus parientes lo estaban buscando: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».

Y para escuchar la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús basta abrir la Biblia, el Evangelio.

Pero estas páginas no deben ser leídas, sino escuchadas. «Escuchar la Palabra de Dios es leer eso y decir: « ¿Pero qué me dice a mí esto, a mi corazón? ¿Qué me está diciendo Dios a mí, con esta palabra?»». Y nuestra vida cambia.

Cada vez que nosotros hacemos esto, abrimos el Evangelio, leemos un pasaje y nos preguntamos: «Con esto Dios me habla, ¿me dice algo a mí? Y si dice algo, ¿qué cosa me dice?» esto es escuchar la Palabra de Dios, escucharla con los oídos y escucharla con el corazón.

Los enemigos de Jesús escuchaban la Palabra de Jesús, pero estaban cerca de Él para tratar de encontrar una equivocación, para hacerlo patinar, y para que perdiera autoridad. Pero jamás se preguntaban: «¿Qué cosa me dice Dios a mí en esta Palabra?».

Y Dios no habla sólo a todos; sí, habla a todos, pero habla a cada uno de nosotros. El Evangelio ha sido escrito para cada uno de nosotros.

Ciertamente, poner después en práctica lo que se ha escuchado no es fácil, porque es más fácil vivir tranquilamente sin preocuparse de las exigencias de la Palabra de Dios. Pistas concretas para hacerlo son los Mandamientos, las Bienaventuranzas.

Contando siempre con la ayuda de Jesús, incluso cuando nuestro corazón escucha y hace de cuenta que no comprende. Él es misericordioso y perdona a todos, espera a todos, porque es paciente.

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