Lunes de la XXVIII semana del tiempo ordinario

Romanos 1, 1-7. San Lucas 11, 29-32

Al iniciar esta semana encontramos ya un tinte misionero que culminará el próximo domingo con el día mundial de las misiones. Al iniciar este mes, nuevamente el Papa Francisco nos urgía esta actitud misionera: salir, anunciar, predicar. A muchos ha sorprendido la actitud que asume el Papa Francisco: es un verdadero misionero. Él mismo ha dicho que no pretende proselitismo sino el anuncio del Evangelio que brota de su corazón. Esta postura está muy en sintonía con San Pablo que con su celo y entusiasmo, con su valentía y compromiso, es un verdadero ejemplo para nosotros si queremos ser misioneros.

La carta a los Romanos, que este día hemos iniciado, nos presenta varias pautas a seguir como verdaderos discípulos.

Lo primero que me llama la atención es el título que él mismo se da: “Siervo de Cristo Jesús”. Algunos buscamos títulos para obtener prestigio o ganancia, Pablo se presenta como “siervo” y busca estar en sintonía con Jesús que es gran servidor. Y continúa Pablo: “He sido llamado por Dios para ser apóstol y elegido por él para proclamar su Evangelio”. Es imposible separar la persona de Pablo y su misión. Su conciencia de ser misionero alimenta su poderosa e incesante actividad.

No puede permanecer quieto e indiferente ante un mundo que no conoce a Jesús. Se reconoce con una vocación especial y como un privilegio el tener esta misión de parte de Dios. Pero también reconoce que ha encontrado a Jesús y que ha sido llamado por él. Es la base de toda misión: un encuentro muy íntimo con Jesús, si no, no se entiende la misión.

La misión no consiste en conquistar y obligar a que otros crean en Jesús, consiste en contagiar del mismo amor que nosotros tenemos.

Al terminar el breve pasaje que nos ofrece este día la carta a los Romanos, encontramos una frase que nos dice claramente el objetivo de la misión: “A vosotros a quienes Dios ama y ha llamado a la santidad, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo el Señor”. Este es el proyecto misionero: dar a conocer a todos los hombres que Dios los ama, un amor que supera nuestros límites y nuestras ambiciones.

Toda la espiritualidad cristiana se centra en este plan de salvación de Dios y nosotros debemos entrar activamente en este proyecto.

Que esta semana con nuestras acciones, nuestros ejemplos, nuestra oración, manifestemos a todos que Dios los ama. Será nuestro trabajo misionero.

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