Mc 9, 30-37
Escuchaba los anuncios de algunos prestigiados centros de estudios proponiéndose como los mejores en su tipo y prometiendo que sus alumnos “pasarían por encima de los demás” y que llegarían “a dónde los otros no lo lograban llegar”. Si esto es en una casa de estudios, imaginémonos cómo se promocionan tantos productos, casas, perfumes, coches y miles de artículos más, que prometen “someter a los demás y ocupar el primer lugar”.
Es una ideología que maneja el mercado aprovechando nuestra ambición por los primeros sitios y por el poder. Pero también es una ideología que va contaminando nuestros propósitos y falseando la verdadera misión de la persona humana.
La discusión de los discípulos en el pasaje de este día, es la discusión frecuente, velada o abierta, disfrazada o agresiva, de muchos de nuestros ambientes, sobre todo en los ambientes políticos y de puestos públicos, pero que se hace presente en la familia, entre los jóvenes, en los grupos y en toda comunidad. Se lucha por los primeros lugares y no importa a quien se deje en el camino.
Jesús reprende a sus discípulos y no sé yo que tanto le entenderían su propuesta: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Alguien ha visto esta propuesta como una invitación a la mediocridad y a la indiferencia frente a los retos que nos plantea nuestra sociedad de un verdadero liderazgo. Pero no es así. Si miramos el ejemplo de Jesús, descubriremos que Él nunca se amilanó ni se hizo indiferente frente a las obligaciones o a su responsabilidad, frente a sus discípulos, pero nunca los utilizó, ni los manipuló para sus propios fines, tampoco lo hizo con las multitudes a pesar de que en varias ocasiones quisieron hacerlo rey. Siempre se mantuvo en su actitud de servicio, de dar la vida y de dar vida.
Una gran enseñanza para todos los candidatos, en todos los campos, a dirigir la sociedad o algún grupo. Lo más importante será el servicio que dé sentido a nuestra vida. Aprender a servir, no aprender a que nos sirvan.