Mt 7, 6. 12-14
Tres pequeñas joyas ofrece Jesús a sus discípulos para las relaciones de la comunidad. Tres recomendaciones que ayudan en la vida diaria y en el caminar de todo discípulo.
Enigmática y difícil de precisar la primera recomendación colocada en el primer verso de este pasaje, ha encontrado una aplicación en la Sagrada Comunión cuando alguien la recibe indignamente. Sin embargo es una expresión y una palabra que puede tener también muchas otras aplicaciones, sobre todo si pensamos en quien recibe tesoros y no los utiliza responsablemente.
La autoridad en manos injustas, los dones sagrados en corazones perversos, los bienes santos en quien los puede utilizar para sus propios intereses. Todos estos casos por desgracia los sufrimos y quizás somos protagonistas de ellos.
En el centro de este pasaje encontramos la llamada “regla de oro” de la conducta humana y puesta en forma positiva: “Tratar a los demás como queremos que ellos nos traten…”
Es muy sencillo hacerse esta pequeña reflexión que brota desde tiempos anteriores a Jesús, pero que él nos la da como una norma a sus discípulos. ¿Quiero que me sonrían? A sonreír. ¿Que me respeten, que me tomen en cuenta? Pues podemos hacerlo.
Con mucha frecuencia nuestras quejas se refieren a por qué no hemos recibido, pero la pregunta será si nosotros hemos dado. Muchas veces nos quejamos y decimos ¿por qué a mí? o el clásico ¿por qué yo? Cuando la propuesta nuestra sería decir que yo puedo ofrecer y dar; yo puedo transformar y amar.
Finalmente en este mismo pasaje aparece el camino que propone Jesús y que es estrecho y difícil. Nosotros siempre buscamos los caminos fáciles y tendemos a huir del dolor y a evitar el conflicto que provoca el evangelio.
Jesús nos dice que su camino tiene dificultades y tropiezos, pero no por eso nos debemos desanimar y abandonar su camino.
Tres joyas en este breve pasaje ¿Cuál toca más mi corazón? ¿Cómo cuido, respeto y valoro las cosas divinas? ¿Cómo trato a los demás? ¿Cuál es mi actitud ante las dificultades?