Homilía para el 5 de octubre de 2018

Job 38, 1. 12-21; 40, 3-5

Ante la grandeza de Dios, ¿qué puede decir o hacer el hombre?

Este pasaje de Job con el cual cerramos nuestro rápido recorrido por este hermoso libro de la sabiduría es la invitación final a darnos cuenta de la pequeñez de nuestros criterios, de nuestro conocimiento, de nuestra impotencia; es el eco de Pedro que dice a Jesús: «Señor tú lo sabes todo».

Nuestros proyectos, nuestras iniciativas son buenas, pero siempre serán mejores las de Dios, aunque muchas veces no las podamos entender; nuestro conocimiento de Dios y de las cosas crece continuamente, sin embargo siempre será mucho más lo que desconocemos.

De aquí que la necesidad de confiarnos a aquel que todo lo sabe y que todo lo puede.

Es una invitación a inclinar nuestra rodilla delante de la majestad de Dios y a reconocernos humildes, pobres y pequeños a fin de recibir de su bondadosa mano, lo que Él bien sabe que es bueno para nosotros, para nuestra familia y para nuestra sociedad. 

Lc 10, 13-16

¿Alguna vez te has detenido a ver la obra que Dios ha hecho en tu vida?

Estoy seguro que si miras hacia atrás y eres honesto contigo mismo verás el paso de Dios por tu vida.

Cada una de nuestras historias personales está marcada por la delicadeza y el amor de Dios. Incluso de aquellos momentos que nos han parecido menos buenos.

Si el hombre es honesto descubrirá en su vida el rastro amoroso de Dios. De este Dios que nos busca, que no se cansa de hacernos el bien, de un Dios que a pesar de nuestras infidelidades continúa manifestándose con amor.

Jesús hoy reprocha a estas ciudades que no fueron capaces de descubrir todo lo que Dios había hecho por ellas; no fueron capaces de cambiar su vida ni aun viendo la obra de Dios en ella.

No permitas que esto pase en tu vida… Dios espera de ti un cambio, sobre todo hacia Él y hacia los que viven a tu alrededor. Quizás valdría la pena reflexionar este fin de semana ¿Cómo he respondido a todo el amor que Dios ha derramado en mi vida?

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