Mc 8, 1-10
Jesús al darse cuenta de la necesidad de la gente que le seguía, se mueve a compasión y se identifica con ellos, exponiendo a sus discípulos su necesidad e implicándoles a ellos también en una posible solución, pero los discípulos se sienten muy limitados, reconocen su incapacidad y no ven la forma de paliar esa carencia, y en el fondo ven que sus provisiones no son suficientes para tanta multitud, porque tampoco ellos querían compartirlas.
Cuando las provisiones no son suficientes ni para nuestra propia necesidad, ¿somos capaces de compartirlas con los otros?, ¿cómo actuamos?, ¿confiamos en que Dios, que no se deja ganar en generosidad y que cuida de las aves del campo, va a ayudarnos en esta situación? La enseñanza que el Señor quiere que aprendan los discípulos en esta ocasión, y a través de ellos nosotros, es que es más grande dar que recibir, aunque esos dones o riquezas que tengas sean imprescindibles para ti. Él no renegó, no dijo es muy poco, no alcanzan o no sirven, simplemente los tomó y dio gracias.
Quiera Dios otorgarnos el don de ser agradecidos siempre, en lugar de estar quejándonos constantemente.