Lunes XXVIII Semana Ordinaria

Rm 1,1-7

El comienzo vibrante de esta carta nos hace pensar por un lado en la vocación universal que como cristianos tenemos de anunciar el evangelio y también en el profundo conocimiento que revela san Pablo sobre las Escrituras para presentar de manera contundente la salvación.

Es importante, pues, tomar conciencia de que todavía a nuestro alrededor hay muchos hermanos y hermanas que no conocen, o que no conocen lo suficiente de Jesús y de su evangelio, como para amarlo y para buscar vivir la vida conforme al Espíritu. Por ello, en necesario, por un lado que continuemos preparándonos en el conocimiento de Dios tanto a nivel intelectual como espiritual, y por otro, que continuamente busquemos la manera de hacer conocer eso que nosotros vivimos y amamos.

Recordemos, finalmente que todo esto no tiene otro objetivo que el llevarnos a todos a la santidad, que no es otra cosa que la vivencia del amor de Dios por la acción del Espíritu Santo. Recuerda que en este proyecto, Dios cuenta contigo.

Lucas 11, 29-32

Ya lo repetiría Cristo con otras palabras, pero en sentido positivo: “Dichosos los que creen sin haber visto.” Lo que este Evangelio pretende no es reprocharnos, sino recordarnos que ya tenemos la señal que esperamos y necesitamos. No hace falta buscar ni pedir más señales. Hay una que basta. “Más que Jonás… más que Salomón”. Hoy se nos hace la invitación a descubrir esta señal. Es la misma de hace 20 siglos: la que muchos no quisieron ver, pero también la que bastó para que muchos creyeran.

Cuando un avión va a aterrizar, el piloto observa muchas luces que le guían, pero todas pretenden indicarle dónde está la pista. Así, todos los signos que hoy tenemos nos señalan a Cristo. ¡Aprendamos a “leerlos” adecuadamente! Nos habla de Cristo la Eucaristía, pues es Cristo mismo. Nos hablan de Cristo los buenos ejemplos que observamos en los demás… ¡Todo nos lleva a Cristo si nosotros lo buscamos! Este es el camino de la fe: avanzar por la vida sin milagros, sin certezas humanas absolutas. Vivir la fe en lo más cotidiano.

¡Qué adjetivo pondrá Cristo a nuestra generación si nos distinguimos no por pedir señales extraordinarias, sino por ser nosotros mismos signos de Dios, que ayuden a los demás a llegar a Él!

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