Lunes de la XXXII Semana Ordinaria

Sab 1,1-7

Este libro que veremos no se refiere a la sabiduría humana, la cual está relacionada con la inteligencia, sino al conocimiento interior que es producto de la acción de Dios en el corazón. Por ello el término «Sabiduría», desde la visión del Nuevo Testamento puede referirse a Jesús como la Palabra de Dios, o bien al Espíritu Santo que instruye nuestros corazones con amor.

En estos primeros versículos, aunque dirigidos a los que gobiernan, puede aplicarse a todos: «Busquen al Señor», que es decir busquen su Sabiduría. Uno de los grandes problemas por los que pasa actualmente nuestro mundo, es que éste es dirigido no con la Sabiduría de Dios, sino con la torpe inteligencia humana que la mayoría de las veces busca solo el egoísmo.

Sin embargo, el autor nos dice que «la sabiduría no entra en un alma malvada, ni habita en un cuerpo sometido al pecado». Hermanos, es necesario que purifiquemos nuestro ser, que renunciemos a la maldad, que nos arrepintamos sincera y profundamente de nuestras malas acciones y que con todo corazón abramos nuestro corazón a Dios.

 Deja, pues, que la sabiduría de Dios ilumine y gobierne tu corazón para que puedas experimentar su paz y su dulzura, y para que toda tu vida se convierta en fuente de luz para los demás.

Lc 17,1-6

En esta sección, Lucas ha incluido una serie de enseñanzas de Jesús que bien vale la pena meditar el día de hoy. La primera se refiere a la gran
responsabilidad que tenemos de ser buen ejemplo para los demás, pero de manera especial para los niños y los jóvenes.

En nuestras casas y en nuestros barrios nuestro modo de vivir debe inspirar a los que conviven con nosotros a vivir honesta y sanamente. Jesús es muy severo para prevenirnos el dar mal ejemplo y mucho más en ser nosotros mismo quienes propiciamos la tentación y quizás el pecado para los demás.

La segunda, que ya hemos reflexionado en otras ocasiones en la cual nos invita a tener una apertura siempre misericordiosa para aquellos que nos ofenden. Y termina con la petición de los apóstoles de aumentarles la fe.

Y es que solo con una fe grande, es posible vivir de tal manera que nuestra vida sea modelo para los demás y solo con ella podemos tener la capacidad que nos pide de perdonar siempre. Hagamos nuestra hoy la petición de los apóstoles y digámosle a Jesús desde lo más profundo de nuestro corazón: Aumenta mi fe Señor, para que esta se transforme en caridad y en perdón.

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