Martes de la XVI semana del tiempo ordinario

Mt 12, 46-50

Quien encuentra a Jesús experimenta una nueva realidad de familia, donde valen más los lazos del amor que los lazos de la sangre.

Muchos de nosotros hemos tenido la fortuna de encontrar una persona con la que hemos trabado una amistad profunda, con quien hemos compartido ideales y dificultades, alguien con quien podemos sentirnos en comunión y a esta persona le decimos con frecuencia que ha llegado a ser un hermano para nosotros. No es ningún desprecio para la familia de sangre, al contrario, es la aceptación de que en la familia lo más importante no serán los vínculos legales sino la comunidad.

Jesús ha vivido toda su infancia y su juventud con su familia y la ha amado y ha compartido con ella. Pero al iniciar su vida misionera y de evangelización, se ha encontrado con este grupo de “amigos” que han llegado a ser su verdadera familia. La base de esta nueva familia no es el parentesco ni los lazos sanguíneos, la base es la escucha de la palabra de Dios y el cumplimiento de la voluntad de su Padre.

Jesús no duda de la grandeza de los lazos familiares ya que él mismo ha crecido “en sabiduría, en estatura y en gracia” en medio de una familia, pero ahora abre los horizontes y amplía las relaciones. No es sólo familia el conjunto de personas cercanas de nuestra casa, de nuestra raza y de nuestro pueblo, rompe las barreras y nos invita a mirar como familia a todos los hombres que escuchan y cumplen la voluntad de Dios. Y claro que en el contexto evangélico lejos de negar la relación con su madre, se acrecienta pues nadie más que ella ha escuchado y cumplido la voluntad del Padre.

Hoy tendrá una importancia capital sentirnos amados, cuidados y protegidos por nuestro hermano mayor. A él realmente le podremos llamar “hermano” si nos hemos compenetrado con Él, si hemos aceptado su propuesta, si seguimos sus pasos, su hacemos diálogo con Él. Pero también nos abre nuevos horizontes para descubrir a esos otros “hermanos” que parecería que no están cercanos a nosotros pero que están escuchando y cumpliendo la voluntad del Padre, a todos esos hermanos que buscan la verdad y que creen en una buena nueva, a todos esos hermanos que pueden descubrir en el otro el rostro de Jesús.

Hoy Jesús nos enseña que hay una familia mucho más grande, mucho más plena y mucho más comprometedora.

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