Mt 13, 18-23
Aprovechando esta fiesta de San Joaquín y Santa Ana tan tradicional en nuestra Iglesia, quisiera referirme a las personas que han alcanzado lo que ahora llamamos “la tercera edad”.
Según la tradición, Joaquín y Ana eran los padres de María y no podemos menos de imaginar a los abuelitos de Jesús compartiendo la alegría y preocupaciones de la nueva familia, llenando de cariño y cuidados a Jesús.
Todo, tradición y un poco de imaginación, pero no es difícil imaginarlo teniendo presentes las costumbres judías de la familia y el respeto que se pedía para las personas mayores. Ellos, tenían la obligación de transmitir la fe y las costumbres y de hablar de los prodigios que el Señor había realizado con Israel. Tenían un puesto en la familia y en la comunidad.
Hoy es difícil la situación de los ancianos. Al cambiarse el modelo de familia, encontramos a muchísimos ancianos en situaciones graves de soledad, de abandono y de descuido.
Las jubilaciones tienen un aspecto positivo de dar sustento a quien lo ha ganado con el sudor de muchos años, pero también tornan a las personas de la tercera edad en individuos que ya no son “útiles” para la sociedad. Encontramos así a muchos hombres y mujeres con sabiduría, con fuerzas, con ingenio y con mucha capacidad, que no encuentran un sitio ni en las familias ni en la sociedad. Alguno de ellos me comentaba que el estar tanto tiempo solo, le traía una serie de imaginaciones, de enfermedades y el sentimiento de inutilidad. Pienso que como Iglesia debemos buscar un espacio para todas estas personas, no como un refugio, sino como un reconocimiento a su madurez, a su capacidad de enseñanza y de transmitir la vida.
No podemos asumir la actitud de algunos que dicen: “Ya está viejo, ya debe ir pensando en entregar cuentas”. No, creo que pueden vivir plenamente la vida porque han tenido experiencia, ahora tienen el tiempo para la oración, para la reflexión y para transmitir todo lo que han acumulado en su corazón, como nos lo dice el Papa Francisco.
Tenemos una gran deuda con todas estas personas mayores.
Que pensando este día en San Joaquín y en Santa Ana, demos respeto y oportunidades a todos ellos y que también ellos se miren a sí mismos con una gran riqueza que pueden y deben aportar a la sociedad, a la familia y a la Iglesia.