Mt 16,13-23
Hoy celebramos a Santo Domingo un santo que insistió en la predicación y en retornar al mandato de Jesús que envía a sus discípulos confiando solamente en la providencia. Hoy se hace más actual por la constante insistencia del Papa Francisco en vivir este mandamiento con una actitud humilde y valiente frente a las acusaciones contra la vida religiosa y consagrada. Reconoce que la primera falta es de los consagrados y nos invita a la conversión diaria hacia el Evangelio. Sabe que hay maldad en el seno de la Iglesia, aunque también es cierto que los medios de comunicación nos arrojan a la cara cada escándalo que logran descubrir en alguno de los sacerdotes.
El evangelio de este día nos aporta una explicación a esta situación tan compleja. Pedro confiesa que Jesús es el Mesías. Se hace portavoz de los discípulos y expone en breve síntesis todo lo que significa Jesús para el discípulo y para la humanidad. Pero inmediatamente después aparece el rechazo fuerte a la mentalidad de Pedro que se opone al sufrimiento y a la crucifixión de Jesús. Confesión y alabanza; rechazo y condena; aparecen muy unidos en este pasaje, como si quisiera enseñarnos la realidad de cada sacerdote y de cada discípulo de Jesús.
Podremos estar prontos a confesar lo que es Jesús para nuestra vida, podremos hacer profesiones de fe, pero siempre deberemos estar en lucha, constante y diaria, contra las propias inclinaciones y la propia mentalidad.
Nuestra confesión se tendrá que hacer realidad en la entrega incondicional por los valores del Reino. Nuestra lucha será constante entre nuestros ideales y la fragilidad humana.
Cada cristiano tendrá esta lucha sin cuartel y cada persona consagrada, cada sacerdote la tendrá también. No podremos excusar a quienes se amparan en la religión para llevar una vida doble, pero tampoco acusar a tantos sacerdotes y personas consagradas que viven con entusiasmo y entrega su vocación y ministerio.
Que hoy nuestra oración se haga más fervorosa por nuevos y mejores sacerdotes y los apoyemos y animemos en su misión. Santo Domingo dé nuevos impulsos a la vida sacerdotal y consagrada. Una palabra de aliento, de felicitación y mi oración para todos los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos.