Ag 1, 15-2, 9
Hemos llegado a una situación que nos provoca desaliento, sobre todo porque se ha perdido todo respeto para la persona humana, porque se le compra o se le vende, porque se le agrede y menosprecia, porque la vida humana en muchas situaciones ha perdido su valor. Pero cada persona es un templo del Señor.
En la lectura del profeta Ageo encontramos al pueblo desalentado porque no contemplan el esplendor que tenía antiguamente el templo. El profeta los anima con estas palabras: “¡ánimo!, Zorobabel; ¡ánimo!, Josué; ¡ánimo!, pueblo entero. ¡Manos a la obra!, porque yo estoy con vosotros, dice el Señor de los ejércitos. Conforme a la alianza que hice con vosotros, cuando salisteis de Egipto, mi espíritu estará con vosotros. No temáis”.
Como quisiera que estas mismas palabras resonaran para cada uno de nosotros que a veces nos encontramos desalentados. Si nos fijamos solamente en nuestras pobres fuerzas, no tendremos éxito, pero si pensamos en que Dios está con nosotros, encontraremos la fuerza necesaria para levantarnos cada día y salir adelante.
El pueblo de Israel había sufrido mucho y después del destierro no tenía ni la ilusión ni el entusiasmo necesario para reconstruir el templo. Hoy hay muchos templos que necesitan reconstrucción. Y no me refiero primordialmente a las capillas e iglesias físicas, sino a esos otros templos que somos cada uno de nosotros. Cada persona es un santuario de Dios y no presenta el esplendor de su dignidad. Hay que reconstruir y renovar. Hay quien ha perdido el sentido de su vida, quien siente que no vale nada, a quien lo han mortificado y humillado tanto que no tiene alientos para levantarse.
Hoy el Señor nos recuerda que cada uno somos templos suyos, que somos una obra valiosa de sus manos y que ningún malhechor nos puede destruir. Hoy también para nosotros son esas palabras de ánimo que pronuncia el profeta Ageo para que iniciemos esta reconstrucción. “No temáis, porque yo estoy con vosotros”.