Martes de la XXIII semana del tiempo ordinario

Lc 6, 12-19

Hoy proclamamos en la respuesta del salmo una frase que me llena de una paz y una seguridad grande: “El Señor es bueno con todos”.

Para muchos de nosotros la experiencia de Dios es como de un ser lejano, como alguien todopoderoso pero ausente, o como de un juez que está atento a las equivocaciones y errores de los hombres para castigarlos. Pero hoy el salmo nos invita reflexionar en esta amistad de Dios que hace nacer una especie de complicidad, de intimidad entre Dios y el hombre, que los acerca, los une en alianza y los hace partícipes en un plan de salvación.

Es hermoso pensar en nuestro día, caminando y viviendo en una estrecha amistad con Dios y reconocer, como dice San Pablo, que “Dios nos dio una nueva vida con Cristo” por pura misericordia suya.

En el pasaje de San Lucas, es Dios quien quiere hacerse cercano en la persona de su Hijo Jesús, que toma rostro humano para participar de la suerte de los hombres, que se hace uno de nosotros, comienza su historia y su camino, pero no solo sino participando con “otros”, con amigos, con discípulos y con apóstoles muy cercanos. Ahí están los nombres de los escogidos. Son todos personas comunes y corrientes, con sus trabajos sencillos, con sus familias y preocupaciones, con sus ilusiones y sus dudas, pero invitados a participar de cerca con el Señor.

Jesús no busca esclavos o siervos que no sepan lo que hace su Señor, Jesús busca amigos que compartan con Él la amistad y la aventura de proponer una nueva vida en el Reino de Dios. Para esto se necesita tener de verdad la amistad y la confianza del amigo.

Al igual que en aquel tiempo, ahora también nos llama e invita Jesús a participar de esta gran aventura, pero antes nos anima a crecer en la amistad que nos fortalezca ante el duro trabajo que se avecina. Quiere compartirnos su corazón y su vida, y que también nosotros pongamos en sus manos toda nuestra vida, con sus fracasos y sus éxitos, para que nazca esta amistad entre nosotros.

Acerquémonos a Jesús, participemos de todas sus actividades, escuchemos sus palabras y sintámonos orgullosos de poder ser llamados “sus amigos”

¿Qué te hace sentir el saberte amigo de Jesús?

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