Mt 18, 15-20
Las situaciones que más nos hacen sufrir en la vida con frecuencia van relacionadas con las personas con las que convivimos ya sea en la familia, en el trabajo, en la escuela o en los grupos sociales en que nos encontramos. Al ser cada uno de nosotros diferentes, chocamos con los hermanos y van surgiendo situaciones conflictivas provocadas por el carácter o por las diferentes formas de ver la vida. Lo más triste es que aquello que más nos debería unir, la convivencia diaria, se va convirtiendo en un peso muy difícil de soportar. Es curioso, que muchas veces no nos demos cuenta de todo el dolor que provocamos a los demás, y vienen los silencios y las descalificaciones.
Cristo hoy nos propone un camino lógico, natural, que nos puede llevar a solucionar muchos de nuestros problemas. El primer paso es dialogar abiertamente con quien ha cometido una falta. Es común encontrar que todos los vecinos conocen los agravios de la pareja, pero ¡el involucrado no se ha dado cuenta! En toda relación se requiere el diálogo.
El reconocer estas situaciones muchas veces es el primer paso para cambiar. La solución no es aguantarse, reprimirse y frustrarse frente a las dificultades, sino buscar soluciones.
¡Cuántas rupturas se hubieran evitado con tan sólo decir la verdad y hablar abiertamente!
Los siguientes pasos: llamar testigos, no acusadores, sino personas que puedan aportar y ayudar. Personas de confianza tanto para el agresor como para el ofendido pueden aportar verdaderas soluciones. Y sólo después de estos pasos, ponerlo frente a la comunidad o frente a la autoridad, sólo cuando no ha querido la corrección, sólo cuando hay verdadero pecado grave… Pero no debemos olvidar, que en el fondo de todo este procedimiento Jesús presupone una base fundamental: que hay amor, que hay buena voluntad y que se busca parecerse a nuestro Padre Dios que nos ha perdonado.
¿Tienes algún resentimiento o problema? ¿Qué solución le has buscado? ¿Está de acuerdo en lo que quiere Jesús? ¿Qué te dice respecto a tus problemas?