Lucas 10, 17-24
Dios es un Padre que se anticipa a nuestras necesidades y es capaz de sacar agua de roca y superar con creces los bienes que el padre del mundo más maravilloso pueda dar a su hijo. Por otro lado, la liturgia nos invita a una reconciliación seria y profunda con Nuestro Padre Dios, para lo cual contamos con no pocos obstáculos, pero sobretodo con un gran enemigo: el demonio, que tratará por todos los medios evitar nuestro encuentro con Dios, de romper la filiación de cada uno con su Padre Dios.
Dios está deseoso de tener amistad con cada uno de nosotros y espera nuestro reclamo para darnos bien y más bien. La amistad con Dios es el seguro más eficaz para una vida feliz en este mundo y sobre todo para la felicidad eterna. Visto así todo parece sencillo y hasta cabe preguntarse a cerca del porqué no somos todos amigos de Dios, porque a veces nos cuesta tanto, porque no le seguimos como quisiéramos. El mundo, la carne y el demonio son los grandes obstáculos e impedimentos que dificultan y ciegan al hombre, hasta el punto de llevarle a la lejanía de Dios y a la búsqueda equivocada de felicidad y sentido a la vida. Cristo vive y te ama con locura, ha venido a buscarte a ti, y te espera siempre con los brazos abiertos. Jesús pierde la memoria cuando le pides perdón en la confesión, Jesús siempre te sorprenderá con verdades nuevas y te dará motivos de confianza, porque no quiere perderte, sí permitirá pruebas que siempre podrás superar con su ayuda pero jamás te dejará sufrir por encima de tus propias fuerzas. Jesús quiere tu sí, pero lo quiere de verdad, no lo busca, no lo espera, te lo da para que se lo devuelvas.
Luchemos siempre por mantener nuestra alma en gracia y nuestro diálogo abierto con el Señor. No abandonemos la oración cada día y recemos mucho los unos por los otros, cuidemos de los que tenemos con nosotros para ninguno se pierda.