Viernes de la XXIV Semana Ordinaria

1 Cor 15, 12-20

Hay algunos cristianos de Corinto que no creen en la resurrección de los muertos.  Pablo reacciona muy fuertemente contra esta convicción.  Estos son sus argumentos:

«Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó».  Cristo no ha resucitado sólo como individuo, sino como la primicia, la cabeza de una innumerable multitud.

«Si Cristo no resucitó, nuestra predicación es vana».   Este es el centro del mensaje proclamado.  Esta es la función de los apóstoles, ser testigos de la resurrección de Cristo (Hech 1,22).  Si Cristo no hubiera resucitado, los apóstoles serían unos falsos testigos.

«Si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es vana»,  es decir, no hay salvación, no hay remisión de pecados, no hay vida futura, los seres amados difuntos están definitivamente perdidos.

Y Pablo termina diciendo con absoluta convicción: «pero no es así, porque Cristo resucitó y resucitó como la primicia de todos los muertos».

Lc 8, 1-3

Se ha dicho que el evangelio de Lucas, mucho más que los otros, destaca a la mujer.

Lucas dice: «lo acompañaban los Doce»  y añade inmediatamente  «y algunas mujeres».  Los rabinos excluían a las mujeres de su círculo inmediato.  Para la oración pública se necesitaba un mínimo de diez personas, pero éstas deberían ser varones, la mujer no contaba.

El evangelio decía de estas mujeres que «habían sido libradas de espíritus malignos y curadas de varias enfermedades».  La salvación del Señor es para todo ser humano, sin exclusión de raza u otra cosa.  Sólo la fe cuenta.

Estas mujeres  -oímos citar a María Magdalena, a Juana y a Susana, pero lo oímos, había otras mujeres-  «los ayudaban con sus propios bienes».  No nos imaginamos que se haya tratado sólo de ayuda económica, sino de todo lo que la delicadeza, la intuición y la acción propia femeninas podía dar a aquellos predicadores.  Podemos imaginarnos igualmente las palabras, los testimonios, el ejemplo que sobre la Buena Nueva podían dar estas mujeres, y el influjo que podían tener, especialmente sobre otras mujeres.

A la luz de esta palabra vivamos nuestra celebración de hoy.

Viernes de la XXIV Semana Ordinaria

Lc 8, 1-3

Qué bonita la mirada, la contemplación y la invitación que nos hace este evangelio.

Una maravillosa invitación a caminar juntos con Jesús de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo para predicar la buena noticia, la alegría que el reino de Dios está entre nosotros.

Y lo mejor descubrir cómo Jesús sin discriminar a la mujer la une a los doce apóstoles para llevar juntos la Palabra de Dios.

Jesús no deja en un segundo plano a la mujer, ya vemos como María Magdalena tiene la primicia en el anuncio a los apóstoles de que Jesús al resucitado. Tenemos también a Juana mujer de Cuso, que llena de alegría a congela Madre de Jesús en su casa y a María de Alfeo. Esta la valentía de Susana que prefiere morir antes que pecar y negar su amor por Cristo. Y otras muchas mujeres discípulas de Jesús, que gozaban de buena posición y le siguen ayudándole económica y materialmente.

La palabra de Dios se hace inmensa en su grandeza, es un regalo que se nos da para hacerla vida y Verdad.

Quizá a veces se nos pueda hacer difícil de comprender la palabra de Jesús, el mensaje que nos quiere transmitir pero es una inmensa riqueza poder alimentarte de la contemplación, profundización y mensaje que otros predicadores nos regalan, dándonos una luz nueva a la Palabra de Jesús.

Jesús con su Palabra nos acompañará para ir caminando juntos y predicar, trasmitir, compartir, contagiar la alegría de la vida.