Jn 15, 26-16,4
El texto del evangelio se encuentra en los llamados discursos de despedida de Jesús. Jesús les anuncia cómo el Espíritu fortalecerá a sus seguidores en medio de la persecución para ser sus testigos de todo lo que han visto y oído del Maestro. El Paráclito les ayudará a recordar lo vivido.
Jesús les advierte para que no se escandalicen y esto los lleve a apartarse de la fe, puesto que los primeros perseguidores serán los propios hermanos judíos. La persecución concreta se refiere a la expulsión de la sinagoga. No podemos olvidar que los primeros cristianos eran judeocristianos y la separación del mundo judío supuso uno de los grandes conflictos en las comunidades judeocristianas. Tras la toma de Jerusalén y la destrucción del templo por parte de los romanos, un grupo de judíos, en su mayoría escribas y fariseos, huyen a Jamnia, una pequeña ciudad de la costa mediterránea a la altura de Jerusalén. Allí se reconfigura un judaísmo sin templo en el que el lugar central lo ocupará la Torá, iniciándose así el llamado movimiento rabínico. En el año 85 Gamaliel II, líder del grupo, introduce en la Shemoné Esré, oración de las 18 bendiciones, una maldición contra los herejes (minim) entre los que se encuentran incluidos los nosrim (nazarenos), es decir los judeocristianos. Así los seguidores de Jesús al acudir a orar a la sinagoga, tenían que maldecirse a sí mismos, lo que los llevó a autoexcluirse de la misma y a una ruptura definitiva con el judaísmo.
Jesús les anuncia que en esos momentos en que no entienden porque sus hermanos en la fe los excluyen de la asamblea, el Espíritu les dará fuerza para ser testigos de Jesús de Nazaret, que ha revelado el verdadero rostro misericordioso del Padre. Nosotros también podemos experimentar muchos tipos de persecución a causa de nuestra fidelidad al proyecto de Jesús, tal vez incluso de aquellos que consideramos nuestros hermanos. ¿Experimentamos en esos momentos la fuerza del Espíritu que nos anima? ¿Nos mantenemos firmes dando testimonio de la Buena Noticia de Jesús? En medio del sufrimiento, no podemos olvidar que no estamos amenazados de muerte, estamos amenazados de Resurrección.