Sam 7, 1-5. 8-12.14.16
Un día, el rey David le dijo al profeta Natán que él quería edificarle una casa al Señor, es decir, un bello templo. Dios, a su vez, con un juego de palabras le dijo a David que Él mismo le edificaría una casa, es decir, una dinastía real, a la que nosotros nos referimos como “la casa de David”. Esta promesa de Dios anunciada por Natán se convirtió en la base de la expectación judía de un Mesías real, hijo de David. Jesucristo, nacido de la casa de David, en Belén, la ciudad de David, llevó a término en forma eminente esta expectación.
La promesa de Dios contenía la idea de que las personas eran más importantes que un templo, y de que Dios realizaría su plan de salvación por medio de seres humanos que prepararían la venida de Cristo. Cuando llegó Jesucristo, la preferencia de Dios por las personas no cambió. Las personas son más importantes que la estructura física de una iglesia, por funcional y bella que sea. Así como Dios eligió personas para preparar la venida de Cristo, así ahora elige personas para continuar la presencia de su Hijo en el mundo. Esas personas somos todos nosotros, pueblo escogido, sacerdocio real.
Por medio de la fe y la gracia de Dios, Jesucristo está presente entre nosotros, pero su presencia puede crecer. O quizás es mejor decir que nosotros podemos crecer en nuestra apertura para aceptarlo.
Lc 1, 67-69
Dios, nos dice hoy en la Escritura por boca de Zacarías, que ha visitado y redimido a su pueblo.
De nuevo este cántico nos invita a reflexionar en lo importante que es la consciencia histórica de la salvación. Pensemos por unos momentos que el mismo Dios ha visitado nuestra tierra, nuestra vida, nuestras propias casas.
La Navidad no es simplemente una fiesta sino un acontecimiento salvifico de Dios, que tiene que ser parte de nuestra propia historia. Dios nos visita, para darnos el verdadero sentido de la vida, del amor, del trabajo… para sacarnos de las tinieblas del pecado, del consumismo, de nuestro propia egoísmo que nos cierra y que nos impide darnos cuenta de lo importante que es aquel que también camina conmigo.
La Navidad es la celebración de la luz que hoy hay en nuestros corazones, y que hace que la vida sea totalmente distinta. Dentro de lo agitado que puede ser este día, démonos unos momentos para hacer consciente en nosotros, este paso de Dios en nuestra vida, busquemos en nuestro corazón esta luz, démonos cuenta que Dios verdaderamente a lo largo de nuestra vida, ha hecho historia en nosotros y en nuestra familia.