Mt 23, 13-22
Jesús, a través de este texto de Mateo, dirige un serio reproche, unas palabras muy duras contra las actitudes que encarnan los escribas y fariseos, guías espirituales del pueblo. Jesús habla con “indignación profética”.
Es el último mensaje público que Jesús pronuncia en el templo de Jerusalén, la última semana antes de los relatos de la pasión. Jesús, que durante su vida repite una y otra vez, con gestos y con palabras, que no ha venido a condenar sino a salvar, no duda en advertir con dureza la enorme distancia entre el Reino de Dios que inaugura Jesús, las claves de ese Reino, justicia, verdad, misericordia, perdón,… y la doctrina propugnada por las autoridades religiosas de su tiempo. Una doctrina basada en el cumplimiento exacto de toda una legislación que llevaban ostentosamente visible.
No se trata de una amenaza, sino más bien de la exclamación acongojada de quien, al ver transitar por un camino equivocado, dirige la última llamada vehemente a la conversión
No es nueva en los evangelios, esta llamada de Jesús en las que muestra su disconformidad ante las actitudes y la forma de concebir la religión que tiene los escribas y los fariseos.
¿De qué les acusa Jesús en este texto? ¿Cuál es su reproche?
“Cerráis a los hombres el reino de los cielos”
Han mostrado a sus seguidores un camino equivocado, han puesto la seguridad de la salvación en el cumplimiento escrupuloso de la ley y han creado obstáculos a la acción de Dios en la historia negándose a reconocer a Jesús como la clave de dicha historia.
Es muy importante que, a través de esta advertencia de Jesús, y con una actitud de conversión, nos sintamos también hoy interpelados ¿qué imagen de Dios vivimos y transmitimos, en qué camino de salvación estoy? ¿El cumplimiento escrupuloso de la ley, el precepto del Amor?”
El cumplimiento de la ley y el precepto del Amor (1Co 13) no son caminos excluyentes, pero sí merece una atención por nuestra parte el discernir dónde está nuestra preocupación principal en este camino de fe.
“Ay de vosotros hipócritas”
Hace referencia, en su origen, a la máscara que llevaban los actores para la representación teatral, o a los mismos actores. Hoy expresa muy bien la actitud con la que no es difícil encontrarnos en todos los campos de la vida humana. Persona que finge sentimientos opuestos a los que realmente experimenta, con el objetivo de engañar a alguien o aparentar lo que no se es.
Y les reprocha su “afán evangelizador, su diligencia para ganar a un prosélito para introducirlo por un camino que no conduce a la Vida, y sí a elevar el número de los adeptos a su doctrina.
Atención evangelizadores, que somos todos los cristianos. Qué importante es ir purificando esta imagen de Dios que cada uno, una, tenemos, para ofrecer a los demás el Dios que Jesús nos mostró a lo largo de su vida.
Señor, te hemos encontrado muchas veces acogiendo, perdonando, curando, invitándonos a tu seguimiento, un seguimiento en el que puede haber sufrimiento, pero siempre destacando la misericordia y el perdón. Hoy nos sorprende el énfasis que pones para indicarnos que hay un camino con semáforo rojo, por el que transitan los escribas y fariseos de todos los tiempos. Líbranos de caer en actitudes farisaicas que empobrecen la relación con los demás y con Dios. Danos, Señor, luz para descubrir aquellos momentos o situaciones en los que he tenido más de fariseo, farisea que de discípulo de Jesús.