Lc 1, 39-56
Celebramos la fiesta de la Asunción de la Virgen María a los cielos. De Jesús, celebramos la Ascensión: que subió por su propia fuerza a los cielos. De María, decimos que fue asunta, que fue llevada a los cielos por Dios Padre; y que fue llevada en cuerpo y alma.
La fiesta de hoy, la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo, nos recuerda nuestra futura inmortalidad, nuestro destino final después de nuestra vida en la tierra.
Las lecturas de hoy nos hablan de María en imágenes. En la 1ª lectura vemos una visión del libro del Apocalipsis en la que Dios triunfa sobre el mal de este mundo y en esa victoria “una mujer envuelta por el sol” juega un papel importante. Esa mujer esla Virgen María y también es la Iglesia. Ambas tienen un papel importante en la lucha contra el mal. María, dando a luz al Hijo de Dios, que será el que venza al mal, y la Iglesia cristiana, venciendo a los enemigos que quieren acabarla.
En la 2ª lectura nos dice San Pablo, en su carta a los Corintios, que Cristo ha resucitado como primicia de todos los cristianos; es decir, que Cristo ha resucitado el primero y, después, vamos a resucitar los demás. Sin duda alguna, entre aquellos que son de Cristo, hay una persona que lo es de una manera única e irrepetible, María, su Madre, la que lo engendró como hombre, lo acarició, lo alimentó y lo llenó de toda clase de cuidados, la que compartió con Él los gozos y la penas de la vida cotidiana, la que lo acompañó en el cumplimiento de su misión, y sobre todo, la que supo estar al pie de la cruz en el momento supremo de su vida. Por esta pertenencia original y única a Cristo, María Santísima, fue llevada a la gloria en cuerpo y alma. Cristo no permitió que el cuerpo de su Madre sufriera la corrupción y se la llevó consigo.
Esta fiesta de la Asunción de María es una fiesta de la esperanza. María, la primera creyente, participa ya de la resurrección. María es el anticipo de nuestra resurrección, es el signo de esperanza para nosotros, que esperamos también un día ser resucitados por el Padre y participar del gozo que Cristo nos ha prometido.
Por ello, la Iglesia en este día nos invita a ser personas esperanzadas, es decir: a creer de verdad que no todo termina con la muerte, sino que hay una vida eterna para siempre, vida que ha empezado a ser posible con la victoria de Cristo y de María; creer en la existencia de otra vida después de la muerte debería hacer de los cristianos los hombres y mujeres más esperanzados.
La fiesta de hoy, nos invita también a creer que la última palabra en este mundo no la tiene el mal: la guerra, el hambre, la insolidaridad, el egoísmo, sino el bien: la paz, la fraternidad, la justicia, el amor.
Se nos invita a ser personas esperanzadas; es decir: a comprometernos para que esa victoria sobre el mal sea realidad en nuestro mundo.
Se nos invita a vivir los valores del evangelio: la pobreza, la humildad, la mansedumbre, la justicia, la misericordia, la limpieza de corazón, la voluntad de Dios, valores que nos tienen que ayudar a construir un mundo mejor.
Se nos invita a vivir el mandamiento nuevo del amor: amar a los demás es hacer el bien. Se nos invita a construir el Reino de Dios: un mundo mejor que llegará a su plenitud en el cielo. Por eso María es hoy, en el día en el que recordamos su Asunción al cielo, modelo de esperanza y de compromiso cristiano.
María no es sólo un símbolo y un anuncio de la esperanza de la Iglesia, María, como lo proclama el Evangelio de hoy, nos enseña el camino por el cual podemos llegar a la gloria en la cual ella ahora está: la fe y la humildad.
“Dichosa tú, que has creído, le dice su prima Isabel, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. María de verdad supo creer en Dios. Supo creer en el Calvario cuando todo era oscuridad y contrariedad, dejándose conducir dócilmente por Dio, por eso “Dios puso sus ojos en la humildad de su esclava”. Por ello, todas las generaciones la llamarán bienaventurada, por esto, María explota hoy con su canto del Magnificat: “Glorifica mi alma al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”. La humildad es la virtud de María. Ella fue “llena de gracia”, porque supo vaciarse de sí misma. Para llegar a la gloria de Cristo, es necesario que aniden en nuestro corazón la fe y la humildad al estilo de María.
Ahora bien, la Asunción de María, contrasta con tantos agravios diarios a las mujeres, servida como noticia por los medios de comunicación a través de maltratos, ultrajes, humillaciones y asesinatos, y de otras mujeres cuyos sufrimientos son ignorados. La fiesta que celebramos nos impulsa a ir ensalzando a todas las personas, especialmente mujeres, que necesitan que su dignidad sea reconocida y sus derechos respetados.
Que la devoción a la Virgen María nos anime en la esperanza de una vida plena y eterna y nos lleve a un compromiso mayor por transformar este mundo en un mundo mejor donde la mujer no sea un objeto para los caprichos de los hombres.