Sábado de la II Semana de Adviento

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Mt 17, 10-13

El pueblo esperaba la presencia del profeta Elías, con su ardorosa actuación. Ahora aparece Juan Bautista que presenta las mismas características del profeta Elías.

Elías vino en la persona de Juan Bautista porque su palabra fue tan ardiente como la de Elías y su actuación fue tan valerosa como la de él. Jesús dice que las profecías se habían cumplido en la persona de Juan Bautista.

La gente no reconoció al Bautista como el nuevo Elías y tampoco descubrió en Jesús al Mesías prometido. Si el Bautista murió en el cumplimiento de su misión, a Jesús no le espera una suerte distinta, pues el martirio forma parte del ministerio profético.

El pueblo judío no acogió a los profetas. Si nosotros admitimos a Jesús como Salvador, tenemos que poner nuestras vidas en sus manos.

Si Elías fue el profeta de fuego, Jesús ha manifestado que «no hay otro fuego que el fuego del amor a Dios y al prójimo».

En Adviento hemos de disponernos para que el «fuego del amor cristiano» prenda en nosotros y seamos propagadores de él a los demás.

Pedimos al Señor que nos ayude a recibirle como Salvador y que nuestra vida sea testimonio de la acogida que le damos a Él.