
Is 40, 25-31
Hoy leemos en Isaías palabras de aliento y de confianza. Nos pasa a veces como a Jacob, como a Israel, como al pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Pensamos que Dios nos ha olvidado, que no conoce nuestro camino de sufrimientos y carencias, que se le pasa por alto nuestra causa. El mismo Dios responde a nuestras quejas desconfiadas mostrándonos su omnipotencia.
El pequeño pueblo de Israel en el destierro podía ser fácil víctima del desaliento, pensaría que en caso de poder regresar a su tierra el camino sería largo, lleno de dificultades, una verdadera prueba de resistencia hasta para la gente joven, los más vigorosos y entusiastas. Dios les hace saber que él no se cansa ni fatiga, no podría hacerlo el creador de los mundos, el que los sostiene en la existencia con el aliento de su boca. Y está dispuesto a comunicarnos su vigor, a participarnos su resistencia, hasta el punto de que ni los jóvenes nos puedan competir. Todo para animarnos al regreso a la casa paterna, por lejos que estemos, al país de nuestra fe y de nuestras mejores esperanzas, a nuestra comunidad y nuestra iglesia de las cuales, tal vez, nos autoexiliamos por indiferencia o descontento.
Mt 11, 28-30
Este año, quizás como nunca, las palabras de Isaías en la primera lectura (Isaías que lleva el ritmo del Adviento), parecen hacerse realidad a cada momento. Israel se siente abandonado, no escuchado por Dios y con la tentación de buscarse otros dioses que resuelvan sus problemas. Isaías los llama a la reflexión y les muestra a Dios como el único, como el que ha hecho todas las cosas y quien puede salvarlos.
Las palabras de Israel podríamos asumirlas cada uno de nosotros: “mi suerte se le oculta al Señor y mi causa no le preocupa a Dios”, pero la respuesta del Señor a través de Isaías anima al pueblo a mantenerse fiel, porque Dios da vigor al fatigado y al que no tiene fuerzas le da energía.
Quienes ponen su esperanza en el Señor renuevan sus fuerzas, le nace alas como de águila, corren y no se casan, camina y no se fatigan. Son palabras bellas que se hacen realidad en quien confía en el Señor.
Lo hemos experimentado siempre que vivimos en plenitud del amor. Es cierto que las dificultades y problemas siguen presentes pero si los afrontamos con amor y por amor, se pueden superar y tienen sentido.
Isaías nos acerca a este Dios que se manifiesta como padre preocupado por sus hijos y en este amor pone la esperanza para superar todos los problemas.
En Jesús que se hace carne y presencia en medio de los hombres, podemos encontrar el consuelo que promete Isaías. Por eso Él mismo repite, pero en presente y con rasgos de actualidad las palabras que solamente eran una promesa. También hoy nos dirige Jesús las mismas palabras que a las multitudes que caminaban sin sentido y de las cuales tenía compasión. También para nosotros es su invitación a acercarnos a Él, con todas nuestras fatigas y agobios. También nosotros encontraremos en Él consuelo y descanso.
Tiempo de Adviento, es tiempo de encuentro con el único que puede sostenernos en medio de nuestros conflictos y darnos la verdadera esperanza.
Dejemos entrar en nuestro corazón las palabras de Jesús:
“Venid a Mí todos los que estáis fatigados y agobiados por la carga y yo os daré alivio”
¿Por qué no nos acercamos a Jesús? ¿Por qué no hacemos suyas nuestras palabras? ¿Por qué no creemos que Él puede tomar sobre sus hombros nuestras cargas, nuestras dolencias, nuestras preocupaciones?
Tiempo de Adviento, tiempo de encuentro con el Señor Jesús.










