Lunes de la I Semana de Adviento

Isaías 2, 1-5

En el tiempo de Adviento, el mensaje que ofrece el profeta Isaías no es otro que un mensaje de esperanza.

El encuentro del pueblo con su Dios no puede realizarse sin la conversión del pueblo y el perdón de sus pecados.

Esa misión la realizará «el ungido», el «Mesías», que implantará la justicia y el derecho, condición indispensable para alcanzar un futuro pacífico abierto a la esperanza.

Por ello, el profeta invita a todo el pueblo a reunirse en el templo (en la cima del monte Sión), lugar de encuentro con Dios, en donde recibirán el oráculo de la paz que traerá el «Mesías», transformando los instrumentos de guerra en instrumentos de trabajo y de progreso.

El reino de Judá gozaba de prosperidad; pero ese bienestar había acarreado injusticias que el profeta denuncia.

Una vez purificados los pecados del pueblo quedará un «resto» de creyentes, que serán el auténtico pueblo de Dios, en el que permanecerá su ley y su Palabra.

 Mt 8, 5-11

Hemos iniciado el Adviento con todas sus luces y sus esperanzas.

Hay unas palabras en la Exhortación Apostólica, “La alegría del Evangelio”, del Papa Francisco que parecen darle el verdadero sentido este tiempo: nos invita a despertar el gozo de recibir Evangelio y a vivir el Adviento como tiempo especial de gracia. No resisto la tentación de citar sus palabras de aliento y esperanza: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos”.

Eso es el Adviento, tiempo de encontrar o dejarse encontrar por el Señor. Adviento nos lleva a tener dos actitudes muy bellas: la vigilancia y la esperanza, que nos ponen en un proceso dinámico.

El evangelio que acabamos de escuchar nos lanza a esa esperanza de una liberación, nos presenta a Cristo como el verdadero y único liberador, claro que condicionado siempre a la respuesta del ser humano: necesita una fe grande. Concluye con una expresión llena de esperanza: “Muchos de oriente y occidente vendrán y se sentarán”.

Adviento es la ilusión del enamorado que espera a la persona amada. Se espera con impaciencia, pero con alegría, se espera trabajando y gozando ya la presencia del ser amado, se espera despiertos, atentos, sin caer en conformismos ni indiferencias. Adviento es esa actitud de vigilancia, oración y esfuerzo dinámico. También a nivel personal tenemos que estar en esa actitud de espera.

¿A quién esperas en esta Navidad? Si esperas verdaderamente a Jesús-niño, tendrás que preparar tu corazón, limpiar la casa interior, estar despierto. ¿Cómo podrías prepararte para que realmente Cristo venga a ti en esta Navidad?

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