Hoy celebramos el nacimiento de la Virgen María, y esto nos llena de alegría.
La devoción cristiana quiere celebrar y alabar a María por su presencia en medio de nosotros. Pero no nos podemos quedar solo en celebraciones externas, sino que este acontecimiento nos lleva a reconocer el camino que ha seguido Dios para preparar a su pueblo. Dios escoge a los pequeños y sencillos, en el anonimato, pero les pide una especial entrega, cómo María.
El camino de Dios va en la misma senda del camino de los hombres, y a veces por caminos que nos parecen oscuros y olvidados. Si pensáramos en las dificultades que tuvieron que pasar para que naciera María, según la tradición de Joaquín y Ana, y en el camino sencillo que fue recorriendo María, tendríamos que reconocer la presencia amorosa de Dios.
La verdadera devoción a María conduce siempre a Jesús y celebrar estos acontecimientos, que se quedan perdidos en la historia personal de unos cuantos, nos hace captar la importancia de cada instante y de cada acción a los ojos de Dios.
Contemplemos hoy a María, naciendo pequeñita y desconocida que no nació ni como una princesa ni como una reina, ni como los poetas y pintores la han querido adornar para manifestar la importancia de su nacimiento.
Hoy podemos ver a la Virgen, elegida para convertirse en la Madre de Dios y también ver esa historia que está detrás, tan larga, de siglos, y preguntarnos: “¿Cómo camino yo en mi historia? ¿Dejo que Dios camine conmigo? ¿Dejo que Él camine conmigo o quiero caminar solo? ¿Dejo que Él me acaricie, me ayude, me perdone, me lleve adelante para llegar al encuentro con Jesucristo?”. Este será el fin de nuestro camino: encontrarnos con el Señor.
Y traigamos también hoy a la memoria todos los nacimientos de hombres y mujeres que hoy mismo están aconteciendo y que son muestras del amor creador de Dios.
Reconozcamos la presencia de Dios en nuestras vidas y tomemos conciencia de la importancia de vivir cada momento como tiempo de gracia y salvación.
Con María, hoy alabemos al Señor por la vida, por la gratuita, por el camino de la salvación que desde los pequeños va haciendo.
“Jesús es el sol, María es la aurora que preanuncia su salida”.
Celebremos la adhesión fidelísima de María al plan de la Redención: “Yo soy la humilde sierva del Señor, hágase….”