Tito 2, 1-8. 11-14
Escuchábamos las recomendaciones pastorales que san Pablo hace a su discípulo Tito para la consolidación de las comunidades cristianas en Creta.
Oímos las cualidades que debe tener el apostolado de Tito, dirigido a todos, ancianos y jóvenes, hombres y mujeres.
Deben tener los dos indispensables ingredientes: la teoría y la práctica.
La enseñanza oral debe ser «con lenguaje sano e irreprochable»; pero ante todo son indispensables los signos, el ejemplo: «Cuando enseñes, hazlo con autenticidad», «dales tú mismo buen ejemplo».
Todas estas enseñanzas están dirigidas también a todos nosotros pues cada uno, según su propia vocación, se debe siempre a los demás. El mejor modo de evangelizar es con el testimonio de vida.
¿Somos conscientes de esta nuestra responsabilidad evangelizadora?
Lc 17, 7-10
Al oír la lectura de hoy tal vez sentimos una molestia muy justa, proveniente de nuestra visión de las relaciones sociales. Pero Jesús habla a gente de su tiempo y parte de una situación real para llevarnos a una posición de relación con Dios.
Este relato no es pues, como se ha dicho, una lección de buenas maneras sociales. El Señor pregunta: «¿quién de ustedes?» Y no parece que alguno lo haya contradicho. Este relato nos lleva a reflexionar sobre nuestra actitud con Dios.
¿No es verdad que muchas veces le hemos presentado a Dios nuestros méritos para decirle lo que está obligado a hacer por nosotros?
Decía San Agustín que cuando Dios premia nuestros esfuerzos no hace sino coronar sus dones.
Sin Dios nada podemos hacer.