Tito 1, 1-9
Esta semana tendremos una verdadera ensalada. Por tres días oiremos la carta a Tito y luego la de Filemón, y el viernes y el sábado la segunda y tercera cartas de san Juan.
Tito, discípulo muy querido de Pablo -hoy lo oímos cómo lo llama «mi verdadero hijo»- de origen pagano, curiosamente no es citado en los Hechos de los Apóstoles. El acompaña a Pablo al «Concilio de Jerusalén» (Gál 2, 1), tuvo también una misión especial en Corinto, tal como lo escuchamos, y está ahora en Creta, donde, según la tradición, murió. A Tito lo celebramos junto con Timoteo el 26 de enero, al día siguiente de la conmemoración de la conversión de san Pablo.
Oímos la finalidad de la misión de Tito: «para que acabaras de organizar lo que faltaba». Él debía constituir «presbíteros y obispos».
Escuchamos también acerca de las cualidades que deben adornar a los que servirán a las comunidades y que deberán ser pastores al modo del buen pastor, Cristo.
Lc 17, 1-6
Escuchamos en el evangelio tres enseñanzas diferentes de Jesús. Los expertos ven en esto una expresión de las colecciones de enseñanzas de Jesús, que se pasarán de boca en boca y pronto se redactarán y que forman la base de los evangelios. Escándalo es una causa de tropiezo, no sólo material sino también moral o psicológico. En nuestra traducción litúrgica dice acertadamente «ocasión de pecado». Jesús habla de responsabilidad comunitaria que todos tenemos, ya que influimos en los demás en el bien y en el mal, y Jesús sale a la defensa de la «gente sencilla», la que menos defensa puede tener.
De nuevo aparece el tema céntrico de la caridad; se trata de salvar, de mejorar, incansablemente, sin límites; siete no es simplemente cuatro más tres, es siempre.
La petición de los apóstoles es ejemplo de nuestra oración: «auméntanos la fe». La fe es un don de Dios, necesita ser acogida, alimentada, practicada, es decir, debe traducirse en la vida.
Recibamos vitalmente la palabra escuchada; con la fuerza que nos da el Señor, en el sacramento hagámosla verdad y vida.