Lc 17,11-19
Jesús va de camino para Jerusalén. Allí va a acontecer la entrega de su vida, manifestando así el amor más grande y la inmensidad del amor de Dios. Por donde va pasando hace el bien. Los que se encuentran con él experimentan la misericordia. Esto es lo que señala Marcos, al narrarnos este encuentro. Diez leprosos salen a su encuentro clamando: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.” Todos son conscientes de su problema: afecta a su salud, pero también a su condición de excluidos de la comunidad. Han tenido que gritar ¡impuros! Para que se aparten de ellos. Ahora se acercan a Jesús y reciben esta respuesta a su solicitud: “Id a presentaros a los sacerdotes”
Todos han entendido lo que eso significa. Ser curados y recibir el certificado de su curación para reintegrarse en la comunidad. La curación la otorga Jesús y está relacionada con la fe de ellos. Todos se han puesto en camino, creyendo en Jesús y en el camino de fe experimentan la sanación. De los diez, solamente uno regresa a dar gracias. Los demás van a cumplir, literalmente, lo mandado. Y la pregunta de Jesús ¿No han quedado limpios los diez? No se dirige al que vuelve, sino a la gente que contempla lo ocurrido. Aquellos van con el deseo de tener el “pasaporte”, para poder llevar una vida normal. No está mal, pero es insuficiente. La segunda pregunta “¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”, revela que hay algo que aquéllos olvidan: dar gracias. Dar gloria a Dios.
La referencia a la condición de extranjero del que ha vuelto, pone de manifiesto el descuido de los otros nueve, tan frecuente en la conducta humana. Pedimos siempre, con insistencia, pero no somos prontos en agradecer. Los diez han sido curados por la palabra de Jesús que obra mientras van de camino, pero solamente este escucha de Jesús: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado.” Aquellos preocupados por la legalidad parece que no han sabido reconocer lo que Dios ha hecho en ellos. Una fe formal, que no transforma la vida. El extranjero recibe la enseñanza completa: su fe le ha salvado. No solo de la enfermedad, sino que toda su existencia queda afectada por lo ocurrido. Por eso no se le dice te ha curado, sino que se afirma: tu fe te ha salvado.
¿Cómo escuchamos nosotros a Jesús? ¿Hasta qué punto somos agradecidos a los dones que Dios nos otorga?