Sábado de la I Semana de Cuaresma

Mt 5, 43-48

El motivo que Cristo alega para exigir este amor al enemigo es doble:

-Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos. La bondad de Dios es esencial a Dios y se desborda, benéfica, sobre todos los hombres, buenos y malos.

No priva a éstos ni del beneficio del sol ni de la lluvia, la lluvia por su valor incalculable en la seca tierra oriental.

Cuando los hombres en lugar de odiar a sus enemigos, los aman, imitan y participan de esta bondad indistinta y universal del Padre, se establece así una nueva y especial relación con Él.

Esteban, mientras recibía una furiosa lluvia de piedras, oró por sus enemigos, los perdonó como Jesús en la Cruz, y tiene como compañero en el cielo al joven Saulo, que aprobaba su ejecución.

Lo que nos enseña Jesús, su gran lección a los cristianos es que debemos imitar la forma de proceder del Padre, es nuestra norma de vida.

Por eso Jesús nos pregunta qué hacemos de más, cuando solo queremos a los que nos quieren, a los del grupo, a los que compartimos simpatías y gustos.

Amar a los otros marcados como los publicanos y gentiles debe ser motivado por este amor a Dios a quien hay que imitar en la anchura del mismo.