Lc 11,29-32
¿Cuál es la señal del profeta Jonás? Si recordamos un poco ese pequeño librito contiene más que una historia que pueda comprobarse. Contiene muchos signos y enseñanzas que fortalecían la fe del pueblo de Israel.
Jonás, el protagonista, se encuentra de pronto enviado a una misión que no quiere cumplir. Jonás pensaba que tenía las ideas claras: la doctrina es ésta, se debe creer esto. Si ellos son pecadores, que se las arreglen; ¡yo no tengo que ver! Este es el síndrome de Jonás. Se embarca para el rumbo contrario y suceden aquellos muy citados acontecimientos: el gran pez que lo come y que lo arroja a los 3 días. Entonces sí Jonás se ve obligado a ir a predicar conversión y cuando Nínive se convierte, Jonás se siente defraudado porque no ha llegado el castigo y él puede quedar en ridículo.
El pueblo se arrepiente ante la predicación de un hombre que no se toma muy en serio su mensaje y que no es capaz de comprender la misericordia divina.
En cambio ante aquellas gentes, quién prédica es el mismo Jesús, acreditado por sus palabras y sus obras, y su mensaje anuncia una misericordia de Dios, su Padre, que no nos habíamos atrevido a soñar. Los ninivitas creyeron y se arrepintieron, en cambio, los hombres de esta generación perversa, no son capaces de comprender todo el mensaje y no se arriesgan a una conversión.
¿Cómo Nínive se convierte en una señal? Por su prontitud ante la conversión, por su radicalidad para dejar las malas obras, porque todos se ponen en actitud de penitencia y porque a cada uno se le exige que se arrepienta de su mala vida.
Nosotros, ¿seremos capaces de tomarnos en serio el mensaje de esta Cuaresma? ¿También nosotros nos pondremos en una actitud de penitencia y de arrepentimiento? ¿Reconoceremos nuestras faltas y pediremos perdón?
Quizás nosotros estemos más cerca de las posturas incrédulas y orgullosas de la generación de Jesús que del bello ejemplo que nos proporciona la literatura hebrea.
Detrás de este bello ejemplo, quizás entreverada, pero como una esperanza, se deja ver la gran señal del cristiano: La resurrección del Señor.
Nuestra conversión tiene un sentido: morir al pecado para participar con Jesús de su nueva vida. Nuestra conversión tiene el sentido de creer en el Evangelio y participar de la vida de Jesús.