Miércoles de la XXI Semana del Tiempo Ordinario

Mt 23,27-32

Con estas palabras Jesús termina este duro sermón en contra de aquellos que aparentan una cosa y viven de una manera contraria a lo que predican.

No podemos decir que somos cristianos por el hecho de que portamos con nosotros una medallita o un crucifijo, o porque tenemos en nuestras casas u oficinas alguna imagen de Jesús o de la Santísima Virgen.

La vida cristiana es ante todo un estilo de pensar y vivir que se tiene que reflejar en todas las áreas de nuestra vida. Por ello nuestro trato con la familia, con los vecinos, con los empleados y compañeros debe manifestar a los demás, que creemos y amamos a Jesús, que somos auténticamente cristianos.

No debemos olvidar que nuestra vida diaria será siempre un reflejo de nuestra vida interior. “¡Quien es cristiano no lo puede esconder y quien no lo es no lo puede fingir…se nota”!

Preguntémonos pues ¿cómo es mi vida interior? ¿tengo realmente una relación profunda y personal con Dios, por medio de la oración? Pues de lo contrario por más esfuerzos que hagas para disimularlo, finalmente se notará si eres o no un discípulo del Señor.

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