Lunes de la III Semana de Cuaresma

2 Re 5, 1-15; Lc 4, 24-30

Una de las fallas más comunes de nuestra condición humana, es presuponer que son demasiado fáciles aquellas cosas que nos otorgan por concesión especial, sobre todo aquellas a las que nos hemos acostumbrado.

A Jesús lo rechazaron los habitantes de Nazaret, su pueblo natal, porque Jesús les eran demasiado conocido y porque sus antecedentes eran fáciles de conocer.  Los habitantes de Nazaret lo consideraban como a alguien totalmente conocido.  De acuerdo con lo que hemos escuchado en la primera lectura, las indicaciones de Eliseo para que Naamán quedara limpio de la lepra, fueron injuriosas para Naamán, porque le parecieron demasiado sencillas y comunes y corrientes.

Hay un grave peligro de que lleguemos a considerar la Misa como una concesión obligada: nos parece muy conocida, familiar y sencilla.  Pero, es muy cierto que la Misa es una experiencia maravillosa.  Podría darles algunas sugerencias para que la enfoquen en su realidad total.

Mientras nos dirigimos a la Iglesia, y en los breves momentos anteriores a la Misa, tratemos de grabar en la mente y en el corazón, lo que va a suceder.  Pensemos: «Dios mismo me va a hablar en las Escrituras y yo voy a hablar con Dios en las oraciones.  Jesucristo va a estar ahí y El hará que el gran sacrificio de la cruz se haga presente realmente sobre el altar y a todos los cristianos que nos encontremos ahí presentes nos dará la oportunidad de unirnos a El en esta ofrenda al Padre.  Luego recibiré a Jesús en la sagrada comunión, como una garantía de mi propia resurrección y como un medio para conseguir la fuerza de perseverar hasta el día de la resurrección«.

Un cristiano necesitará menos tiempo para hacerse esta reflexión que el que me ha tardado en decirla.

Más tarde, cuando la Misa haya terminado, pasaremos unos momentos meditando lo que acaba de realizarse, tratando de comprender que debemos vivir enteramente de acuerdo con el ofrecimiento que hemos hecho a Dios.  La Misa, por sencilla y conocida que nos parezca, es demasiado importante para tomarla como un favor que podemos exigir.

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