Sábado de la III Semana de Pascua

Hech 9, 31-42; Jn 6, 61-70

En la primera lectura de hoy vemos a Pedro haciendo milagros, curando a un enfermo e, incluso, resucitando a un muerto.  Es el tipo de cosas que estamos acostumbrados a ver que Jesús hace en el Evangelio.  En efecto, bien podríamos sustituir el nombre de Pedro por el de Jesús en la primera lectura, y ésta nos hubiera sonado mucho muy parecida a un evangelio narrativo, a no ser por un elemento importante: Jesús obraba milagros en su propio nombre y por su propio poder.  San Pedro hacía milagros, pero sólo en el nombre de Jesús y con su poder.  Notemos con qué claridad san Pedro afirma este punto cuando le dice a Eneas, el paralítico: «Eneas, Jesucristo te da la salud».

Este poder de Jesucristo está todavía con nosotros en la Iglesia, sobre todo en la Sagrada Eucaristía.  En realidad, Jesús hizo de la fe en su presencia eucarística la prueba definitiva del verdadero discipulado.  Como hemos venido escuchando estos últimos días, Jesús dijo de manera inequívoca, que el pan que iba a dar era su carne para que el mundo tuviera vida.  En el evangelio de hoy vemos la reacción de numerosos discípulos que protestaron por aquellas palabras «intolerables» de Jesús.  Pero Jesús insistió en su doctrina y muchos se echaron para atrás y ya no quisieron andar con El.  Jesús no los llamó para que regresaran.  En ningún momento dijo: «Esperen, no me han entendido.  Yo no estoy hablando literalmente; lo digo en sentido figurado».  No, El dejó que se fueran, porque la fe en la Eucaristía es el punto crítico para ser un verdadero discípulo.  Jesús puso a prueba incluso a los Doce: «¿También ustedes quieren dejarme?»  El día en el que Jesús prometió la Eucaristía, fue el día de la decisión.

Demos gracias a Dios porque nosotros hemos respondido al don de la fe por el que creemos en la Eucaristía.  Hoy debemos reconocer lo central que la Eucaristía es para nuestra fe y lo necesario que es para nosotros no titubear jamás en la estima que debemos tener del gran regalo del cuerpo y de la sangre de Jesucristo.

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