Miércoles de la VIII Semana del Tiempo Ordinario

La madre de los Zebedeo, como símbolo de todas las madres de entonces y de ahora, siempre desean lo mejor para sus hijos. Pero lo mejor, para muchas madres de entonces y de ahora, siguiendo los valores de la sociedad, consiste en “ser más que los demás”, “estar por encima de los demás”, “ocupar mejores puestos que los demás”, “ser los primeros”. Siempre “más que los demás”. Por eso, la madre de Santiago y de Juan se acercó a Jesús para implorarle: “Di que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.

Ya sabemos la paradójica respuesta de Jesús. Emplea el mismo criterio: “Ser más que los demás”, “ser los primeros”, pero cambiando totalmente su contenido: ser los primeros no en los valores que enaltece la sociedad: en inteligencia, en dinero, en poder, en gloria, en el deporte, en política… Sino ser más que los demás, ser los primeros en el servicio, en la entrega, en el amor. “El que quiera ser grande sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero sea esclavo de todos”.

Se trata, una vez más y de manera definitiva, de imitar y seguir los pasos de Jesús: “Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Jesús no trata de tomarnos el pelo, de poner patas arriba la escala de valores de la sociedad simplemente por ir en contra de lo que se lleva. No, Jesús trata de enseñarnos el verdadero camino que nos conduce a la felicidad. Ni más ni menos.

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