Mc 12, 38-44
“Dar” es la acción del generoso. Dar una limosna, por ejemplo, en el campo material. Pero también dar de mi tiempo, compartir mis conocimientos con los demás o contagiar mi alegría con una sonrisa son manifestaciones de esta virtud.
Hay muchas maneras de “dar”, y muchas motivaciones para nuestra donación. ¿Se puede hablar de generosidad cuando lo hacemos por interés, esperando recibir algo a cambio? Tampoco es generoso quien da, pero sólo un poco de lo mucho que podría, como nos muestra el Evangelio. ¿Y qué decir de quien “es generoso” para que los demás digan: “qué bueno es…”?
Madre Teresa dijo (y vivió, por supuesto) que hay que “amar hasta que nos duela”. ¡Ya tenemos un buen termómetro para saber si somos realmente generosos! Si mi donación es costosa, voy por buen camino. Si no me exige sacrificio alguno, es seguro que puedo dar mucho más.
Y este “dar” se identifica con la generosidad cuando se hace pensando en el bien del otro, cuando se da por amor.