Mt 5, 1-12
Mateo ha querido presentar esta enseñanza de Jesús (dicha muy probablemente en diferentes ocasiones y lugares) en una gran catequesis, para que ésta sea como lo fue para los Judíos «la ley» que rija la vida. Por ello nos presenta a Jesús, que como Moisés, sube al «monte» y desde ahí instruye al pueblo.
La catequesis empieza con la palabra «bienaventurados» que puede ser también traducida como «Feliz» o «dichoso» o quizás como las tres juntas. Con esta interpretación, resulta paradójico, de acuerdo a los criterios humanos, el decir: Felices los que lloran, felices los pobres, felices los mansos, felices los perseguidos por ser cristiano, etc., sin embargo esta es una verdadera realidad, pues la verdadera felicidad, el gozo, la alegría, no está en donde el mundo nos las propone (fiestas, diversiones, etc.), sino en donde Jesús nos lo dice: Solo en Él, en llevar una vida auténticamente cristiana.
La felicidad que encontramos en el mundo es pasajera, la que nos ofrece Jesús y el evangelio es total y duradera, diríamos, definitiva. Si verdaderamente quieres ser un «bienaventurado», un lleno de la alegría, la paz y el gozo de Dios, esfuérzate todos los días por vivir de acuerdo al Evangelio.