Lc 8,16-18
Con frecuencia escuchamos que en estos tiempos estamos en un periodo de crisis tan fuerte que parecería que todo es oscuridad y que nada se puede hacer. Al escuchar esto, me pongo a pensar en la forma de actuar de Jesús tanto en su tiempo como en nuestro tiempo. Dificultades enormes deberían presentarse para aquellos que empezaban a escuchar la Palabra y que querían seguir a este maestro tan distinto de todos los demás.
No se podía entender esta actitud ni desde la religiosidad israelita ni tampoco desde el modo de pensar de los romanos o de los griegos que ponían unos el ideal en el poder y la riqueza; y otros, en la sabiduría y el placer.
Negro panorama se presenta para aquellos discípulos, pues son considerados paganos por un lado y peligrosos por el otro. Sin embargo, Jesús siempre con la alegría de traer Buena Nueva, presenta este momento como una oportunidad de traer nueva luz. Y una luz se hace más notable en medio de la oscuridad. Aunque quisiera pasar desapercibida, se notará porque sus resplandores se manifiestan abiertamente. Así lo percibe Jesús y hace lo hace notar a sus discípulos con la comparación de una lámpara.
Pensemos cada uno de nosotros si nuestra vida es una luz que ilumina en estos momentos de oscuridad. No vamos a escondernos debajo de canastos o a refugiarnos debajo de la cama. Tendremos que iluminar estos momentos, pero no desde resplandores que provoquen ceguera e impidan mirar la realidad y descubrir la presencia de Dios en nuestro mundo.
La luz en el corazón y la experiencia de compartirla con otros, son parte importante de la vida de comunidad que está formando Jesús. Una comunidad que teniendo la luz no la comparte, no está animada por el espíritu de Jesús. Si hemos permitido que el mal llegue a todos lados ¿por qué no luchar porque esta luz llegue a todas las personas y a todos los lugares? Hay muchos rincones, muchas fronteras que escapan a un rayo de esperanza, que anhelan un atisbo de resplandor al cual asirse y nosotros podemos darlo. No de nosotros mismos, sino del mismo Jesús que es la verdadera luz.
Que la palabra de este día cuestione nuestra forma tan tibia de vivir y nos lance a llevar la luz por nuevos caminos para iluminar la oscuridad.Negro panorama se presenta para aquellos discípulos, pues son considerados paganos por un lado y peligrosos por el otro. Sin embargo, Jesús siempre con la alegría de traer Buena Nueva, presenta este momento como una oportunidad de traer nueva luz. Y una luz se hace más notable en medio de la oscuridad. Aunque quisiera pasar desapercibida, se notará porque sus resplandores se manifiestan abiertamente. Así lo percibe Jesús y hace lo hace notar a sus discípulos con la comparación de una lámpara.
Pensemos cada uno de nosotros si nuestra vida es una luz que ilumina en estos momentos de oscuridad. No vamos a escondernos debajo de canastos o a refugiarnos debajo de la cama. Tendremos que iluminar estos momentos, pero no desde resplandores que provoquen ceguera e impidan mirar la realidad y descubrir la presencia de Dios en nuestro mundo.
La luz en el corazón y la experiencia de compartirla con otros, son parte importante de la vida de comunidad que está formando Jesús. Una comunidad que teniendo la luz no la comparte, no está animada por el espíritu de Jesús. Si hemos permitido que el mal llegue a todos lados ¿por qué no luchar porque esta luz llegue a todas las personas y a todos los lugares? Hay muchos rincones, muchas fronteras que escapan a un rayo de esperanza, que anhelan un atisbo de resplandor al cual asirse y nosotros podemos darlo. No de nosotros mismos, sino del mismo Jesús que es la verdadera luz.
Que la palabra de este día cuestione nuestra forma tan tibia de vivir y nos lance a llevar la luz por nuevos caminos para iluminar la oscuridad.