Jueves de la XXXII Semana del Tiempo Ordinario

Lucas 17, 20-25

El Reino de Dios ya está entre nosotros, aunque no completamente. Está entre nosotros porque Jesús ya ha venido a la tierra y nos ha dejado su presencia. Pero todavía falta algo. Es necesario que el Reino llegue al corazón de cada hombre. Sólo entonces podremos decir que ya ha llegado en toda su plenitud.

Una de las preocupaciones más grandes que tuvieron que enfrentar las primeras comunidades fue el retraso de la segunda venida del Señor.  Es decir, se esperaba que llegara muy pronto la segunda venida del Hijo del Hombre, esto hacía relativamente más fácil el entusiasmo en el seguimiento y en la perseverancia, ya que pensaban que ya estaba por acercarse el último día. Pero cuando ese día se demora, cuando pasan y pasan los años, se corre el riesgo de ir abandonando poco a poco el fervor primero.

San Lucas escribe para dar firmeza y seguridad a los discípulos que están viviendo estos problemas y por eso recuerda con mucho acierto las palabras de Jesús que anuncia la venida del Hijo del Hombre, pero que no da una fecha precisa.

El Reino de Dios en cierta forma ya ha llegado al hacerse presente Jesús y manifestarse cumpliendo su misión de llevar el Evangelio, de sanar, de dar luz y vida, de acercar la Buena Nueva a los pobres.  Pero por otra parte, es una espera de esa llegada definitiva, una espera que debe fortalecerse y volverse activa.  No es una espera que inutiliza y hace indiferentes a los discípulos, sino una espera que anima el corazón, a pesar del tiempo que se tarde.

Jesús previene a sus discípulos contra las afirmaciones de quienes se dicen iluminados y predicen hora y día.  Nos asegura que el Reino de Dios no llega aparatosamente sino que llega en el silencio y en la normalidad.  Cuando todo parece estar más tranquilo puede llegar el Reino de Dios.

En años anteriores hubo algunos grupos que llegaron a afirmar que se acerca ya el fin del mundo.  Para quienes somos seguidores de Jesús vale más su palabra que nos asegura que nadie sabe ni el día ni la hora.

Y aun así, hay grupos y personas que siguen poniendo fechas, pero nadie sabe ni el día ni la hora.  Pero eso no quiere decir que dejemos de estar preparados, muy al contrario, nos invita a una constante vigilancia y a una ferviente oración.

Queremos que hoy se haga presente en medio de nosotros el Reino de Dios, pero tendremos que seguir trabajando para hacerlo realidad en medio de nosotros.

¿Estamos haciendo realidad este Reino en los lugares donde nosotros estamos y vivimos?