Mc 7, 31-37
Encontramos hoy en el pasaje de San Marcos a un sordo y tartamudo de la región de la Decápolis. La curación de este enfermo pagano subraya la participación de los paganos en el banquete de la salvación que Jesús ofrece, pues su incapacidad para escuchar y alabar a Dios simboliza plenamente la situación del mundo pagano que Jesús viene a liberar con su palabra.
Si pensamos en nuestra actualidad encontraremos que hay muchas personas que no pueden hablar y que no pueden escuchar, y no precisamente por enfermedades físicas, sino porque nuestro mundo no les da voz y no tienen derechos.
Si el mundo judío discriminaba y despreciaba a los pueblos vecinos y nos les concedían el derecho de participar de los bienes y la bendición prometida por Yahvé, hoy también encontramos que quedan muchos pueblos, naciones y personas a las que no se les permite acercarse a la mesa y participar de los regalos que Dios ofrece.
Parecería que en nuestro mundo tan exigente en cuanto a derechos de la persona y garantías individuales, nadie podría quedar mudo o sordo, para acceder a los bienes de la creación. Sin embargo no es así, teniendo “teóricamente” el derecho de hablar, nadie escucha su voz, nadie les hace caso y sus peticiones quedan olvidadas. Teniendo el derecho de escuchar y ser tomado en cuenta como persona, se le cierran los espacios y oportunidades para obtener una información cierta, no manipulada, se le satura de anuncios y noticias dudosas, y no se les concede la oportunidad de oír y apreciar la buena nueva.
Hoy pidamos al Señor Jesús que nos aparte a un lado de este ruidoso mundo, que nos conceda la intimidad con Él para escuchar su Palabra, que toque nuestros labios, nuestros oídos y nuestro corazón para que podamos restituir en nosotros la imagen de Dios, juntamente con nuestros hermanos. Que hoy también nosotros podamos escuchar: ¡Effetá! ¡Ábrete!