Miércoles de la IV Semana de Cuaresma

Jn 5, 17-30

Hay personas que acaban por desconcertarnos. En una ocasión hablaba con un joven y le preguntaba cuáles eran sus ideales y que se proponía en la vida, esperaba yo una respuesta entusiasta y miles de planes e ilusiones y propósitos, tareas monumentales. Sin embargo, grande fue mi sorpresa y hasta desilusión al escuchar sus respuestas evasivas, sin compromiso, con muchas condiciones y con evidente indiferencia. No le entusiasmaba nada, no está dispuesto a luchar en serio por nada, se conforma con irla pasando, decía «para que preocuparse tanto, ya irá saliendo algo más adelante»

Ante tanta indiferencia y tibieza de aquel joven, me quedé preocupado. Sé que hay muchos jóvenes que tendrán grandes ideales y que lucharán por conseguirlos, pero me preocupa mucho que haya jóvenes sin entusiasmo y sin ganas de luchar y cambiar la historia.

Al escuchar el evangelio de hoy, me parece contemplar a un Jesús joven, idealista, entusiasta y lleno de energía, que a pesar de todos los obstáculos que va encontrando sigue muy firme en su misión y por eso afirma «que mi padre siempre trabaja, y yo también trabajo»

Su misión es hacer realidad hoy y aquí la palabra de su Padre. Bella misión si pensamos que esto dará vida a todos los hombres y los alentará a levantarse de su abatimiento y liberarse de todas las cadenas: Crear, salvar, redimir, liberar, dar vida en la misma forma que lo hace Dios Padre, esta es la misión de Jesús.

La misión de cada uno de nosotros será la misma de Jesús y la misma de Dios Padre.

Que hoy cada uno de nosotros, sus discípulos, no llenemos de ilusión y de entusiasmo porque tenemos una tarea importante. Claro que creer en otro mundo como lo quiere Jesús implica el riesgo de la cruz, pero tendremos la certeza de que Él camina con nosotros.

¿Podremos entusiasmarnos con sus ideales?