Lc 24, 13-35
Ayer reflexionamos sobre María de Magdala como imagen de fidelidad: fidelidad a Dios. Pero, ¿cómo es esa fidelidad a Dios? ¿A qué Dios? Precisamente al Dios fiel. Nuestra fidelidad no es otra cosa que una respuesta a la fidelidad de Dios. Dios que es fiel a su palabra, que es fiel a su promesa, que camina con su pueblo llevando adelante la promesa junto a su pueblo. Fiel a la promesa: Dios, que continuamente se deja sentir como Salvador del pueblo porque es fiel a la promesa. Dios, que es capaz de rehacer las cosas, de recrear, como hizo con este lisiado de nacimiento que le recreó los pies, lo curó, el Dios que cura, el Dios que siempre trae consuelo a su pueblo. El Dios que recrea. Una recreación nueva: esa es su fidelidad con nosotros. Una recreación que es más maravillosa que la creación.
Un Dios que va adelante y que no se cansa de trabajar para llevar adelante al pueblo, y no tiene miedo de “cansarse”, digamos así… Como aquel pastor que cuando vuelve a casa se da cuenta de que le falta una oveja y vuelve a buscar la oveja perdida. El pastor que hace horas extra, pero por amor, por fidelidad… Y nuestro Dios es un Dios que hace horas extra, pero no cobrando: gratuitamente. Es la fidelidad de la gratuidad, de la abundancia. Y la fidelidad es aquel padre que es capaz de subir muchas veces a la terraza para ver si vuelve el hijo, y no se cansa de subir: lo espera para hacerle una fiesta. La fidelidad de Dios es fiesta, es alegría, es una alegría tal que nos hace lo que hizo con este cojo: entró en el templo caminando, saltando, alabando a Dios. La fidelidad de Dios es fiesta, es fiesta gratuita. Es fiesta para todos.
La fidelidad de Dios es una fidelidad paciente: tiene paciencia con su pueblo, lo escucha, lo guía, le explica lentamente y le enciende el corazón, como hizo con esos dos discípulos que se iban lejos de Jerusalén: les enciende el corazón para que vuelvan a casa. La fidelidad de Dios, es lo que no sabemos: qué pasó en aquel diálogo, y es el Dios generoso que buscó al Pedro que le negó, que le había negado. Solo sabemos que el Señor ha resucitado y se apareció a Simón: qué pasó en aquel diálogo no lo sabemos. Pero sí sabemos que es la fidelidad de Dios la que busca a Pedro. La fidelidad de Dios siempre nos precede y nuestra fidelidad siempre es respuesta a esa fidelidad que nos precede. Es el Dios que nos precede siempre. Es la flor del almendro, en primavera: florece la primera. Ser fieles es alabar esa fidelidad, ser fieles a esa fidelidad. Es una respuesta a esa fidelidad.