Mt 23, 23-26
Un episodio más del enfrentamiento entre Jesús y los fariseos. Jesús ve en los representantes cualificados de la religión judía, y sus más estrictos practicantes, como se consideraban los fariseos, los adversarios más frontales a su predicación. Era una religión hipócrita, como la tacha Jesús.
La hipocresía es la actitud de quien convierte la verdad en apariencia, el ser en aparentar. El ser humano se realiza en el interior del hombre, allí está su verdad: en sus sentimientos, en sus intenciones; Las manifestaciones externas, incluso las religiosas, no tienen valor en sí mismas. Han de ser aplicación de ese mundo interior, reflejarlo. Cuando no responden al mundo interior propio, lo escondan, se hacen autónomas, se produce el engaño, lo falso, que, por ser actitud deliberada, es mentira, hipocresía.
Hoy, con el cuidado excesivo de la apariencia, hasta ser esclavos de la imagen que ofrecemos, viene bien esa reiterada tesis de Jesús de que somos lo que somos en nuestro interior, lo que somos por dentro. Es lo que hemos de cuidar: nuestros afectos, los intereses que nos mueven, lo que sentimos hacia Dios y hacia el prójimo. La acción ha de ser la manifestación o realización de ese mudo interior. Entonces seremos, como pide Jesús, sinceros, no hipócritas. Seremos lo que somos, no una apariencia engañosa de nuestro ser.